Había un hombre llamado
‘Abdal-lah, quien amaba a Al-lah y a Su Mensajero. Era tal su amor que el mismo
Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, declaró sobre él:“Verdaderamente él ama a Al-lah y a Su Profeta” .
[Bujari]
Este hombre tan querido
por el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, lo llenaba de alegría y le hacía
bonitos regalos. En una ocasión, una caravana comercial llegó a Medina trayendo
manteca y miel, la cual ofreció como regalo al Profeta. Después, cuando el
vendedor demandó el pago correspondiente, ‘Abdul-lah lo llevó donde el Profeta
y le dijo: “Págale a este hombre lo que le debes”. El Profeta, sallallahu ‘alaihi
wa sallam, le dijo: “¿No me lo habías dado a mí como regalo?”, y ‘Abdul-lah le
respondió: “Claro que sí, sólo que no tengo dinero para pagarlo”. Los dos
rieron, y finalmente el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, pagó el precio.
Este era el tipo de relación del Mensajero de Al-lah con este hombre, era una
relación cercana y jovial.
Lastimosamente, ‘Abdul-lah
solía embriagarse de vez en cuando y era llevado ante el Mensajero de Al-lah,
sallallahu ‘alaihi wa sallam, para que lo reprendiese por esta mala actitud.
Después de que esto se repitió varias veces, uno de los Sahabah dijo: “¡Oh, Al-lah, maldícelo! Cuántas veces no ha sido reprendido
por este acto”. El Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, lo escuchó y le dijo:
“No lo maldigas, porque si supieras cuanto él ama a Al-lah y a Su Mensajero… No
ayudes a satanás en contra de tu hermano”. [Bujari]
Podemos reflexionar y
sacar muchas enseñanzas de la actitud del Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi
wa sallam, hacia ‘Abdul-lah, con quien mantenía una relación cercana y de
afecto pese a que este Sahabah incurría en esta grave falta. Primero que todo
tenemos que quitar la duda sobre que el Profeta Muhammad, sallallahu ‘alaihi wa
sallam, fuera un encubridor y que por el afecto que sentía por ‘Abdul-lah no lo
sancionaba como se debía o expulsaba de la ciudad. No, no era así, pues el
Mensajero de Al-lah aplicaba la ley por igual para todos, y cuando se violaba
una de las leyes de Al-lah se molestaba y hacia lo que estaba en sus manos para
mantener su inviolabilidad. Esto sucedió en el momento justo en que el Profeta
se encontraba educando a la sociedad que dejaría luego de su muerte, así que
les estaba dando una lección de unidad y respeto por el otro, así cometiera
faltas.
Por otra parte, les
estaba indicando que no se debía excluir al miembro que cometía faltas, sino
que había que apoyarlo fraternalmente para ayudarlo a que se levantara y dejara
atrás el error que había cometido. De esta manera estaba evitando que el pecado
se esparciera en la sociedad, haciendo que todos, como una gran unidad,
afrontaran el problema y le dieran una solución aceptable.
Otra lección que la
conducta del Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, nos demuestra, es la
importancia de mantener un punto de vista positivo hacia los demás. A pesar de
que ‘Abdul-lah fue llevado ante el Profeta varias veces por la misma falta, él
buscó destacar una de las características innatas en todo creyente, el amor por
Al-lah y Su Mensajero. Al hacer esto, pudo cultivar, animar y fortalecer esta
cualidad en todos sus Sahabah. Además, les recordó que si alguien se deslizaba,
la fe y el amor de esta persona hacia Al-lah todavía podían estar intactos.
Cuando ‘Abdul-lah se
enteró de lo que había sucedido, de cómo el mismo Profeta lo había defendido y
había jurado que él amaba a Al-lah y a Su Mensajero, se avergonzó de sí mismo,
y esto le ayudó a vencer su mala costumbre y le dio más fe.
Esta es una gran lección
de vida que todo musulmán debe aplicar constantemente, en especial en tiempos
en que a muchos de nuestros hermanos que caen en errores se les niega el
derecho hasta al arrepentimiento. Como musulmanes odiamos la desobediencia a
Al-lah, es decir, el pecado en sí y no a la persona. No odiamos a los que no
creen en Al-lah o Le asocian deliberadamente, odiamos el acto de incredulidad y
la idolatría en sí.
El Profeta, sallallahu ‘alaihi
wa sallam, marcó un estatuto de trato hacia los que violan la ley. Sin lugar a
duda el consumir Jamir –embriagantes– es un grave pecado, él mismo maldijo este
acto. Sólo que luego de haber probado una y otra vez varias formas de corrección,
utilizó una nueva, que era resaltar lo positivo del individuo para ayudarlo a
encaminarse, y fue efectivo, pues ‘Abdul-lah dejó de beber.
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