La vigésimo séptima noche del mes lunar de Raŷab es
aprovechada por los
musulmanes para conmemorar uno de los sucesos más
importantes y extraordinarios en la vida de Sidnâ Muhammad (s.a.s.): su Viaje
Nocturno (Isrâ) que lo llevó en un instante de Meca a Jerusalén y la Ascensión
(Mi‘râŷ) al más elevado de los cielos.
Se designa con el
término Isrâ el viaje nocturno que Allah hizo emprender al Profeta (s.a.s.) y
que lo llevó desde la Mezquita Haram de Meca a la Mezquita Más Remota
(al-Másŷid al-Aqsà), el Templo de Salomón en Jerusalén. Desde ahí, Sidnâ
Muhammad (s.a.s.) ascendió por los diferentes cielos alcanzando alturas que no
son dadas a imaginar ni a hombres ni a genios. Este segundo viaje en vertical
recibe el nombre de Mi‘râŷ.
En sus Sahîh,
al-Bujâri y Muslim narran las líneas generales del Isrâ y el Mi‘râŷ: El Profeta
(s.a.s.) montó sobre un animal de naturaleza mística (al-Burâq), más grande que
un asno pero menor a un mulo y cuyo paso alcanzaba los límites de la vista...
Entró en la Mezquita al-Aqsà, y ahí realizó un Salât de dos rak‘as. A continuación,
el Ángel Ŷibrîl le dio a elegir para beber de dos recipientes, uno contenía
vino y el otro leche (el vino aún no había sido prohibido), y Muhammad (s.a.s.)
escogió el que contenía leche. Ŷibrîl le dijo: “Has acertado en la naturaleza
primordial (fitra)”. Después, Ŷibrîl lo condujo al primer cielo, luego al
segundo, al tercero,... hasta el Azufaifo del Límite (Sidrat al-Muntahà), que
marca el final del séptimo cielo y es la frontera para las criaturas. Muhammad
(s.a.s.) avanzó, y Allah “le mostró lo que le mostró”... Durante esa Noche, fue
impuesta a los musulmanes la práctica del Salât cinco veces al día. En un
primer momento, fueron dictados cincuenta Salât-s, distribuidos a lo largo de
la noche y el día, pero su número fue reducido finalmente al de cinco, valiendo
cada uno de ellos por diez.
Al día siguiente, una vez vuelto a Meca, el
Profeta (s.a.s.) describió a la gente lo que acababa de vivir. Los idólatras se
trasmitieron el relato y lo acogieron entre burlas. Incluso algunos lo desafiaron
a describir los restos del Templo de Salomón, ya que había estado en él.
Durante su visita a Jerusalén, Sidnâ Muhammad (s.a.s.) no se había fijado en
los detalles, y no pudo responder al principio. Al-Bujâri y Muslim continúan su
narración con las siguientes palabras del mismo Profeta: “Cuando los qurashíes
me desmintieron, fui al interior del recinto de la Kaaba, y ahí Allah me hizo
ver de nuevo el Templo de Jerusalén. Salí y se lo describí tal como había
aparecido bajo mi mirada”. A pesar de ello, los idólatras siguieron afirmando
que Sidnâ Muhammad (s.a.s.) mentía o había sido víctima de una alucinación.
Los idólatras
acudieron ante Abû Bakr, cuya sensatez y prudencia valoraban, y le contaron lo
que andaba diciendo Muhammad, de quien se había convertido en seguidor.
Esperaban que él se echara atrás y abandonara al Profeta, pero en lugar de
ello, él dijo: “Yo digo que sus palabras son verdaderas, y lo sostendría aunque
fuera más lejos en sus afirmaciones”. Por ello, Abû Bakr, que luego sería el
primer califa del Islam, recibió el sobrenombre de as-Siddîq, el que confirma a
Muhammad (s.a.s.).
Ese mismo día, Ŷibrîl
volvió a mostrarse a Muhammad (s.a.s.) y le detalló los actos que debían
realizarse durante el Salât y su horario, quedando
definitivamente establecido.
Antes de esta institución, Sidnâ Muhammad (s.a.s.), siguiendo la tradición de
Abraham, realizaba dos rak‘as al amanecer y otras dos al atardecer, en
dirección hacia Jerusalén. Jerusalén siguió siendo la Qibla de los musulmanes
durante algún tiempo, hasta que el Corán, tras la Hégira, ordenó orientarlo
hacia la Mezquita Haram de Meca.Quizás también te interese: http://abdelah-islam.blogspot.com.es/2014/07/la-ascension-del-profeta-muhammad-sws.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario