martes, 28 de octubre de 2008

Adden en Arabe.

Vas repitiendo todo lo que diga:

Adden: allah u akbaru allah u akbar

tú: allah u akbaru allah u akbar.

Adden: ash-haddu an la ilaha ila lah

tú: ash-haddu an la ilaha ila lah.

Adden: ash-hadu anna muhammadan rasulu lah

tú: ash-hadu anna muhammadan rasulu lah.

Adden: haia 3ala salah -- tú: la haula uala kuata ilah bilahi el 3adim.

Adden: haia 3ala falah -- tú: la haula uala kuata ilah bilahi el 3adim.


Adden: allah u akbaru allah u akbar -- tú: allah u akbaru allah u akbar.

Adden: la ilaha ila lah -- tú: la ilaha i la lah allahuma raba hadi da3uachi tamah uasalati el caimah achi muhammadan aluasilata ual fadilah ua eb3azhu makaman mau udah a ladi ua3atah.

miércoles, 20 de agosto de 2008

LO QUE DICE LA BIBILIA ACERCA DE LA CARNE DE CERDO

La Biblia dice en Deuteronomio 14:3-8 :

"No comas abominación alguna. He aquí los animales que comeréis: el buey, la oveja y la cabra; el ciervo, la gacela y el corzo; cabra montés, el antílope, el búfalo; la gamuza; todo animal que tenga la pezuña dividida y el pie hendido y rumie; pero no comeréis... EL PUERCO, QUE TIENE LA PEZUÑA HENDIDA, PERO NO RUMIA, ES INMUNDO PARA VOSOTROS. NO COMERÉIS SUS CARNES NI TOCARÉIS SUS CADÁVERES..."

Entonces: ¿Por qué los cristianos lo comen, si en el Libro, Dios (que sabe lo que es mejor para nosotros) les prohíbe hacerlo? Los judíos no la consumen como tampoco los musulmanes.

¿Por qué nos preguntan constantemente por las mismas cuestiones, si ellos las tienen en su Libro?

¿A caso no saben que los Libros de Abraham, la Torá de Moisés, el Salterio de David, el Evangelio de Jesús, el Corán y otros insisten en las mismas cuestiones porque es Dios, el Único, quien los ha revelado?

La carne de este animal es muy nociva para el ser humano, no sólo físicamente. Fijaos que la Biblia dice que ni toquemos el cadáver de un cerdo. También prohíbe la ingestión de numerosos animales e incluso los que hayan fallecido por causa natural en el punto 21: "No comeréis mortecino de ningún animal..."

miércoles, 13 de agosto de 2008

Cuando pedir a Dios Subhanahu ua Ta3ala en el Rezo

Hay tres ocasiones durante el rezo en que podemos pedir a Dios Subhanahu ua ta3ala lo que queramos:

Fe Suyud cuando estas postrado en el suelo después de decir “subhana rabi al 3ala” 3 veces, puedes pedir a Dios Subhanahu ua ta3ala lo que tú quieras o decir un du3a que te sepas.

Cuando te levantas de suyud después de decir “alahuma erhamni uahdini ua 3afini ua erllukni”, en cuanto termines de decir eso puedes añadir alguna plegaria pidiendo a Dios subhana ua ta3ala.

Y la última después de Tahiatu: “a tahiatu li lahi ua salauatu ua taiibatu a salam u 3alaika aiuh a nabi2o ua rahmatu lahi ua barakatuhu a salam u 3alaina ua 3ala 3ibadi lahi salihina ashhadu an la ilaha ila lahi ua ashhadu ana muhammadan 3abduhu ua rasuluh” a continuación puedes pedir lo que quieras.

Estas son las tres ocasiones dentro del rezo pero al terminar de rezar también se suele decir Aiat el cursi, du3as y plegarias pidiendo a Dios Subhanahu ua ta3ala.

lunes, 16 de junio de 2008

El AmOr EN eL ISlaM..




iBn HaZm

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Discurso sobre la esencia del amor.


“El amor, Dios te honre, empieza de burlas y acaba en veras, y son sus sentidos tan sutiles, en razón de su sublimidad, que no pueden ser declarados, ni puede entenderse su esencia tras un largo empeño. No está reprobado por la fe ni vedado en la santa Ley, por cuanto los corazones se hallan en manos de Dios Honrado y Poderoso, y buena prueba de ello es que, entre los amantes, se cuentan no pocos bien guiados califas y rectos imanes. En nuestra tierra de al-Andalus tenemos, entre ellos, a Abd al Rahman ibn Mu’awiya, enamorado de Da’acha’; a al-Hakam ibn Hixam; a Abd al-Rahman ibn al-Hakam, cuya pasión por Tarub, madre de su hijo ‘Abd Allah, es más clara que el sol, a Muhammada ibn ‘Abd al Rahman, cuyas relaciones con Gizlan (madre de sus hijos Utzman, al-Qasim y al-Mutarrif) son harto conocidas; y a al-Hakam al Mustansir, cegado por el amor de Subh (madre de Hixam al-Mu’ayyad bi-llah, ¡Dios esté satisfecho de él y de todos ellos!) hasta el punto de que no paraba atención en los hijos que tenía de otras mujeres, sin contar tantos otros casos parecidos. De no ser porque los musulmanes venimos obligados a respetar los derechos de los príncipes y no debemos dar otras noticias suyas que aquellas en que se habla de su firmeza y de sus trabajos en pro de la religión, y aquí se trata solo de cosas que acaecen en el recato de sus alcázares y en el seno de sus familias, de las que no conviene referir nada, citaría no pocas historias, en que ellos figuran, atinentes a nuestro tema. Los personajes principales y pilares de sus reinos, que andan entre los amantes, tantos son, que no podrían contarse.El caso más reciente es el que no hace mucho vimos, cuando al-Muzaffar, ‘Abd al Malik, ibn Abi Amir, se encaprichó de tal suerte con Wachid, la hija de un jardinero, que llegó a tomarla en matrimonio, y esta mujer fue la que, luego de la ruina de los ‘Amiríes, casón con el visir ‘Abd Allah ibn Maslama y, más tarde, cuando este fue asesinado, con un caudillo bereber. Cosa parecida es la que me contó Abu-l-Ays ibn Maymun al-Qurasi al-Husayni, y es que Nizar ibn Ma’add, señor de Egipto, por complacer a una esclava a la que localmente amaba, no vio a su hijo al-Mansur ibn Nizar, el que había de heredar el trono y arrogarse la divinidad, sino bastante después de su nacimiento, y eso que no tenía otro hijo varón, ni quién heredara el reino, ni perpetuara su memoria, más que él.Entre los hombres piadosos y alfaquíes de otros tiempos y de pasadas épocas hubo asimismo muchos amantes; pero los propios versos que compusieron nos relevan de citar sus historias. Así, por ejemplo, han llegado a nosotros noticias bastantes sobre la vida y las poesías de Ubayd Allah ibn Abd Allah ibn Utba ibn Mas’ud, uno de los siete alfaquíes de Medina. Tenemos también una respuesta jurídica de Ibn Abbas ¡Dios esté satisfecho de él!, que nos llena las medidas y que dice así: “Este es un muerto de amor y, por consiguiente, no hay precio de sangre ni talión”.
Difieren entre sí las gentes sobre la naturaleza del amor y hablan y no acaban sobre ella. Mi parecer es que consiste en la unión entre partes de almas que, en este mundo creado, andan divididas, en relación a como primero eran en su elevada esencia; per no en el sentido en que lo afirma Muhammad ibn Dawud (Dios se apiade de él) cuando, respaldándose en la opinión de cierto filósofo, dice que “son las almas esferas partidas”, sino en el sentido de la mutua relación que sus potencias tuvieron en la morada de su altísimo mundo y de la vecindad que ahora tienen en la forma de su actual composición. Sabemos todos que el secreto de la atracción o del desvío entre las cosas creadas está en la afinidad o repulsión que hay entre ellas, porque cada cosa busca siempre a su semejante, lo afín sólo en su afín sosiega, y esta comunidad de especie ejerce una acción que los sentidos perciben y una influencia que salta a la vista. La mutua antipatía entre los contrarios, la mutua simpatía entre los iguales, el ímpetu que enlaza a las cosas parejas entre sí, son cosas que hallamos bien patentes en nuestro mundo. Pues, siendo esto así, ¿qué no ocurrirá con el alma cuyo mundo es purísimo y etéreo, cuya equilibrada esencia tiende a lo alto, y cuya sustancia está presta a percibir la afinidad y la inclinación, el deseo y la aversión, el apetito y la repulsión?. Bien sabido es, en efecto, que así pasa todo eso a nuestros ojos en todos aquellos estados en que el hombre se desenvuelve y vive. Dios Honrado y Poderoso dice: “El es quién os creó de una sola alma, de la cual creó también a su compañera para que conviviera con el”. Por consiguiente, dispuso que la razón de su convivencia fuera el que Eva procedía de la misma alma que Adán. Si la causa del amor fuese no más que la belleza de la figura corporal, fuerza sería conceder que el que tuviera cualquier tacha en su figura no sería amado, y, por el contrario, a menudo vemos que hay quien prefiere alguien de inferior belleza con respecto a otros cuya superioridad reconoce, y que, sin embargo, no puede apartar de él su corazón. Y si dicha causa consistiese en la conformidad de los caracteres, no amaría el hombre a quién no le es propicio ni con él se concierta. Reconocemos, por tanto, que el amor es algo que radica en la misma esencia del alma. El amor, no obstante, tiene a menudo una causa determinada y desaparece cuando esta causa se extingue, pues quien te ama por algo te desama si ese algo se acaba. Acerca de esto yo he dicho:

Mi amor por ti, que es eterno por su propia esencia, ha llegado a su apogeo, y no puede ni menguar ni crecer. No tiene más causa ni motivo que la voluntad de amar. ¡Dios me libre de que nadie le conozca otro! Cuando vemos que una cosa tiene su causa en sí misma, goza de una existencia que no se extingue jamás; pero si la tiene en algo distinto, cesará cuando cese la causa de que depende.

Corrobora esta opinión el hecho de que sabemos que existen diferentes suertes de amor. Es el mejor el de los que se aman en Dios Honrado y Poderoso, bien por el esfuerzo que ambos ponen en un obra común, bien por coincidir en los principios de una secta o escuela, bien por compartir la excelencia de un saber que puede ser otorgado al hombre. Pero hay, además, el amor de los parientes; el de la afectuosa costumbre; el de los que se asocian para lograr fines comunes; el que engendran la amistad y el conocimiento; el que se debe a un acto virtuoso que un hombre hace con su prójimo; el que se basa en la codicia de la gloria del ser amado; el de los que se aman porque coinciden en la necesidad de guardar encubierto un secreto; el que se encamina a la obtención del placer y a la consecución del deseo; y, por fin, el amor irresistible que no depende de otra causa que de la antes dicha de la afinidad de las almas.
Todos estos géneros de amor cesan, acrecen o menguan, según sus respectivas causas desaparecen, aumentan o decaen; se reaniman se acerca su causa, y languidecen si su motivo se distancia; pero se exceptúa el verdadero amor, basado en la atracción irresistible, el cual se adueña del alma y no puede desaparecer sino con la muerte.
Tú hallarás personas que ellos mismos creen haber olvidado ya su amor y que han llegado a edad muy avanzada; pero, si se lo recuerdas, verás que lo sienten revivir en su memoria, y se lozanean y remozan, y que notan que les vuelve la emoción y les excita el deseo. También hallarás que en ninguna de las demás clases de amor antes declaradas acaecen la preocupación, la turbación, la obsesión, la mudanza de los instintos innatos y el cambio del espontáneo modo de ser, la extenuación, los suspiros y las demás pruebas de pesar que acompañan al amor irresistible.
Todo esto confirma la idea de que este auténtico amor es una elección espiritual y una como fusión de las almas.
Alguien podrá replicar que, siendo esto así, el amor debería ser el mismo en el amante que en el amado, supuesto que entre ambos son partes que antes estuvieron unidas y es una suerte. La respuesta es la siguiente: Esta objeción, por vida mía, es razonable. Ahora bien, el alma de quien no corresponde al amor que otra le tiene, está rodeada por todas partes de algunos accidentes que la encubren y de velos de naturaleza terrenal que la ciñen, y por ello no percibe la otra parte que estuvo unida con ella, antes de venir a parar donde ahora está; pero, si se viera libre, ambas se igualarían en la unión y en el amor. En cambio, el alma del amante está libre, y como sabe el lugar en que se encuentra la otra alma con quien estuvo unida y vecina, la busca, tiende a ella, la persigue, anhela encontrarse con ella y la atrae a sí, cuanto puede, como el hierro a la piedra imán. La fuerza de la esencia del imán, aunque enlazada con la fuerza de la esencia del hierro, no puede, por su propio impulso y por su impureza, encaminarse hacia el hierro, aunque sea afín suyo y de su mismo elemento, sino que es la fuerza del hierro, por su mayor potencia, la que se encamina hacia su afín y se siente atraída hacia él, ya que el movimiento parte siempre del más fuerte. La fuerza del hierro, abandonada a sí misma y no estorbada de ningún impedimento, busca la unión con su semejante, se dedica por entero a él, y corre hacia él a impulsos de su propia naturaleza y como por necesidad, no por un movimiento voluntario y deliberado. Ahora bien: si tú retienes al hierro en tu mano, no siente ya la atracción de la piedra imán, porque su fuerza no puede vencer la del que lo retiene, que es mayor que ella. Del mismo modo, si las partículas del hierro son muchas, obran unas sobre otras y esta acción recíproca anula la fuerza, relativamente más débil, que las obliga a desplazarse hacia el otro cuerpo; pero, cuando aumenta el volumen del imán y sus fuerzas equivalen a la de todas las fuerzas del volumen del hierro, éste retorna a su condición habitual. Del mismo modo, el fuego encerrado en el pedernal no sale afuera, a pesar de la fuerza que le impulsa a reunirse y a llamar para ello a todas sus partes dondequiera que estén, sino después del golpe del eslabón, cuando ambos cuerpos se han unido con presión y fricción. Mientras tanto, el fuego está oculto en la piedra sin manifestarse ni aparecer.
Otro argumento de lo mismo es que tú no hallarás dos personas que se amen que no tengan entre sí alguna semejanza o coincidencia de cualidades naturales. Es forzoso que la haya, por poca que sea, y claro es que, conforme mayores sean estas analogías, más grande será la afinidad y más firme el amor.
Fíjate en esto y podrás verlo con tus ojos. Lo corrobora el dicho del Profeta de Dios: (¡Dios lo bendiga y salve!): “Las almas son como ejércitos puestos en filas, donde los que se reconocen se hacen amigos y los que se desconocen se separan.” Lo confirman asimismo estas palabras de un tradicionista referentes a un hombre piadoso: “Las almas de los creyentes se reconocen unas a otras”.
Y por esta misma razón no se entristeció Hipócrates cuando le dijeron que un hombre vulgar lo amaba. “No me amaría, dijo, si no me asemejara a él en alguna de sus cualidades”. Refiere Platón que un cierto rey lo encarceló sin motivo, y que él alegó en su propio favor tantas pruebas, que puso en claro su inocencia y el rey comprendió que había sido injusto. Entonces el visir, que se había encargado de hacer llegar los descargos de Platón al rey, dijo a éste: “Ya estás convencido, oh! rey, de que es inocente. ¿Qué tienes ahora contra él?.”” Por vida mía, respondió el rey, que de nada puedo acusarle; pero, sin saber por qué, lo encuentro cargante.” Estas palabras le fueron llevadas a Platón, que prosigue así: “Por tanto tuve necesidad de buscar en mí y en mi carácter alguna cualidad que correspondiera a otra que hubiera en el ánimo y en el carácter reales, y en que uno y otro nos pareciéramos. Observando el carácter del rey, vi que amaba la equidad y aborrecía la injusticia. Entonces puse de relieve esta cualidad dentro de mi, y apenas nació esta afinidad y correspondí a su alma con esta prende que había asimismo dentro de la mía, dio orden de que me dejaran libre y dijo a su visir que ya se habían desvanecido en su interior los sentimientos que en contra mía abrigaba.”
Tocante al hecho de que nazca el amor, en la mayoría de los casos, por la forma bella, es evidente que, siendo el alma bella, suspira por todo lo hermoso y siente inclinación por las perfectas imágenes. En cuanto ve una de ellas, allí se queda fija. Si luego distingue tras esa imagen alguna cosa que le sea afín, se une con ella y nace el verdadero amor; pero si no distingue tras esa imagen a nada afín a sí, su afección no pasa de la forma y se queda en apetito carnal. En todo caso, las formas son un maravilloso medio de unión entre las partes separadas de las almas. En el libro primero de la Torá, he leído que, por los días en que el profeta Jacob (¡sobre él sea la bendición!) apacentaba el ganado de su tío materno Labán, para ganar la dote que había de darle por su hija, convinieron entre ambos, para repartirse las crías del rebaño, que todas las ovejas oscuras serían de Jacob y las manchadas de Labán. Entonces Jacob (¡sobre él sea la bendición!) cortó varas de árbol y, descortezando la mitad y dejando la otra mitad en su ser, las arrojó luego todas en el agua donde abrevaba el rebaño, con lo cual, luego que envió a beber a las ovejas preñadas, todas parieron crías cuyo número se dividía en dos mitades iguales, una oscura y la otra manchada.
Se cuenta asimismo de un fisiognomista experto que le trajeron un niño negro nacido de dos padres blancos. Después de haber examinado todos sus rasgos, comprobó que era de ambos, sin duda alguna, y entonces pidió que le llevaran al sitio en que había cohabitado los padres. Al entrar en la habitación en que estaba el lecho, vio la imagen de un negro en la parte del muro donde recaía la mirada de la mujer. “Por culpa de esta imagen, dijo al padre, has tenido este hijo”. Ha sido esta idea muy traída y llevada por los poetas afiliados a la escolástica en muchos poemas en que se dirigen a lo exterior visible como si fuese lo interior inteligible. La hallamos repetidísima en las composiciones de al-Nazzam Ibrahim ibn Sayyar y de otros escolásticos, y yo mismo he dicho en verso sobre el asunto:
No hay otra causa, ¿lo sabes?, de la victoria sobre los enemigos, ni otro motivo de que huyamos, si nos hacen huir, que la tendencia de las almas de los hombres todos hacia ti, ¡oh perla escondida entre las gentes! Aquellos que te siguen no se perderán jamás, pues avanzan todos, como viajeros nocturnos, hacia tu excelsa luz, y aquellos que te preceden sienten que sus almas les hacen torcer el rumbo hacia ti dócilmente , y todos vuelven sobre sus pasos.
Un amigo mío llamaba “la percepción fantástica” a una qasida mía, de la que son estos versos. En él verás subsistentes todos los opuestos. Y así ¿cómo podrás definir los conceptos contradictorios? ¡Oh cuerpo desprovisto de dimensiones!¡Oh accidente perdurable y que no cesa!Derribaste para nosotros los fundamentos de la teología, Que, desde que apareciste, ha dejado de ser clara.
Y lo mismo cabalmente que con el amor sucede con el odio, pues verás que dos personas se aborrecen sin razón y sin causa, y no se pueden soportar una a otra sin motivo alguno. En suma, Dios te honre, es el amor una dolencia rebelde, cuya medicina está en sí misma, si sabemos tratarla; pero es una dolencia deliciosa y un mal apetecible, al extremo de que quien se ve libre de él reniega de su salud y el que lo padece no quiere sanar. Torna bello a ojos del hombre aquello que antes aborrecía, y le allana lo que antes le parecía difícil, hasta el punto de trastornar el carácter innato y la naturaleza congénita, como, si Dios quiere, quedará brevemente declarado en sus capítulos respectivos. Yo conocía un mancebo entre mis relaciones que se metió en los malos pasos del amor y cayó en sus redes, a quién martirizaba la pasión y derretía el sufrimiento; pero que, a pesar de ello, no quería suplicar a Dios Honrado y Poderoso que le librase de aquella malaventura, ni despegaba su lengua para orar, porque su único pío, no obstante el grande tormento y el desmesurado pesar, era unirse con el ser que amaba y poseerlo. ¿Qué te parece de uno que, estando enfermo, no quiere verse libre de su dolencia? Un dia, en que le hacía compañía, viéndolo tan cabizbajo, triste y taciturno, me dio pena, y le deseé, entre otras cosas: “¡Dios te consuele! “, pero observé al punto en su rostro muestras de aborrecimiento por lo que le dije. Sobre un caso parecido escribí en un largo poema:

¡Oh esperanza mía! Me deleito en el tormento que por ti sufro. Mientras viva, no me apartaré de ti. Si alguien me dice: “Ya te olvidarás de su amor”, No le contesto más que con la ene y la o.
Estas cualidades del amante son, sin embargo, opuestas a las que de sí propio me refirió Abu Muhammad Qasin ibn Muhammad al Qurasi, conocido por al Xabinisi, uno de los descendientes del imam Hixam ibn Abd al Rahman ibn Mu’awiya, el cual, según me dijo, nunca había amado a nadie, ni se había apesadumbrado porque un amigo íntimo se alejara de él, ni desde que nació, había rebasado los límites del compañerismo y de la amistad para entrar por las fronteras del amor y de la pasión.
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El AmOr eS La ÚniCa SoLuCióN...


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Mensaje de Ibn Hazm:


El amor es la única solución para acabar con el caos.


El consumismo desorienta a los jóvenes porque manipula sus emociones haciéndoles confundir amor con el comprar y hacer ostentación de bienes lujosos, mientras que Ibn Hazm identifica la ternura con una fuerza cósmica que te convierte en una maravillosa fuente de cariñosa generosidad: "Un hombre enamorado dará pródigamente hasta el límite de su capacidad, de una forma que antes habría rechazado; como si fuera él quien recibiera el regalo..." No es de extrañar que el imán Qadarawi (y otros cmo él) estén proporcionando textos medievales como los de Ibn Hazm. Pero el imán también es lo bastante listo como para darse cuenta de que los jóvenes vivitan su página web porque él es un simbolo del padre cuyo rol, como afirma el psicoanalista francés Jean-Pierre Lebrun, es introducir la ley en el caos del deseo y el padre es el encargado de vincular el deseo a la ley. Y como a diferencia del cristianismo, el islam no condena el sexo como un pecado, el papel del imán fue desde un principio ayudar a los fieles a dominar sus emociones, y por eso tantos musulmanes, escribieron tratados sobre el amor, empezando por Ibn Hazm. No debe extrañarnos que el imán Qadarawi movilice todo un ejército de modernos psicoanalistas, sociológos y médicos entre los varones. También se apoya mucho en las mujeres. Y los equipos de Problemas y soluciones de la juventud o se contentan con colgar sus respuestas es la página web del imán. Tienen suficiente dinero (Qadarawi tiene su sede en golfo) como para publlicar las preguntas y respuestas en manuales baratos y fáciles de leer como Internet y el amor o El matrimonio y el amor, que son accesibles tanto a los padres como a los hijos. A veces olvidamos que cuando hablamos de los musulmanes nos referimos a millones de jóvenes cuyo único deseo es enamorarse y casarse, y eso explica porqué Islamonline tiene muchos portales que le hacen competencia, como muslima.com, que afirma que la finalidad de este portal es ayudar a los musulmanes a encontrar pareja, para cultivar la amistad, practicar idiomas, tener un romance o casarse (http//www.muslima.com). Esto me lleva a la otra razón por la cual el consumismo asusta a los musulmanes: impide que el individuo se abra a los demás como representante del grupo y sabiendo que forma parte de un entorno cósmico, a través de el tratamiento de las relaciones amorosas muchas veces como si de un negocio se tratara, según el psicoanalista Charles Melman El hombre sin gravedad: gozar caiga quien caiga, descubren que los occidentales están tan alarmados por el consumismo como ellos. Y lo nuevo es que los imanes son lo bastante sofisticados como para darse cuenta de que la época del culturalismo tribal ya ha pasado. La única estrategia con futuro es la que tiene como horizonte el universo. Y gracias a internet, saben que millones de occidentales alarmados por el consumismo, que rechazan por razones éticas, también aspiran al amor universal y lo identifican como la condición de su propia supervivencia. La novedad es que no hay lucha de civilizaciones cuando se elige el amor universal como meta de una globalización ética. Para ilustrarlo terminaré con un sencillo ejemplo: muchos occidentales están deacuerdo con los musulmanes en que es irracional rechazar la vejez. Ese rechazo hace que muchos hombres poderosos que ocupan altísimos cargos en compañías multinacionales se metan en terribles problemas por aparentar una eterna juventud y gasten fortunas en tratamientos contra la calvicie. Cuando se llega a estos extremos del consumismo, la lucha de civilizaciones del señor Huntington desaparece y nos encontramos todos en un mismo planeta que rechaza el consumismo y anhela un amor cósmico altruista al estilo de Ibn Hazm.
Fatema Mernisi.

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AMOR FALAZ



Tu amor, al que no he de acercarme, es falaz.
Tú sirves de lecho a todo el que llega.
No te contentas con un solo amante y tienes en torno tuya una gran turba.
Si yo fuese príncipe, este príncipe no pretendería verte, por miedo del tropel.
Te pareces a los deseos, que, por muchos que sean, aceptan a todo el que se llega a ellos y no rechazan a nadie que venga, aunque la trompeta haya convocado a todo el género humano.

EL OLVIDO

Si antes me hubieran dicho: “Olvidarás a quién amas”, mil veces hubiera jurado: “Eso no sucederá nunca”. Pero ya que tras un largo desdén fuerza es que venga el olvido, bendito sea tu desdén, pues que trabaja y se fatiga en curarme. Ahora me maravillo del olvido, como antes me maravillaba de la firmeza, y veo ya tu amor como unas brasas que arden, pero bajo la ceniza.



HERIDA INCURABLE

La herida que me has hecho tiene cura y no hay reproche. La que es incurable es la herida del amor. En medio de su tez blanca son los lunares como nenúfares en un jardín de narcisos. Cuántas veces aquel por cuyo amor me muero de triste me dijo con palabras cortantes y despectivas, cuando mis peticiones se hacían más apremiantes, insistiendo unas veces y otras adulándolo: “¿No basta mi desvío para aplacar tu sed y ahuyentar el deseo que te anda por el pecho?” Yo le contestaba: “Si así fuese, no habría entre los hombres dos vecinos enemigos. Los ejércitos se miran uno a otro antes de reñir y luego la muerte abre entre ellos caminos de ruina.

ANGEL O PERSONA

¿Perteneces al mundo de los ángeles o al de los hombres? Dímelo, porque la confusión se burla de mi entendimiento. Veo una figura humana, pero, si uso de mi razón, hallo que es tu cuerpo un cuerpo celeste. ¡Bendito sea el que contrapesó el modo de ser de sus criatura se hizo que, por naturaleza, fueses maravillosa luz! No puedo dudar que eres puro espíritu atraído a nosotros por una semejanza que enlaza a las almas. No hay más prueba que atestigüe tu encarnación corporal ni otro argumento que el de que eres visible. Si nuestros ojos no contemplaran tu ser, diríamos que eras la Sublime Razón Verdadera.

HERIDO DE AMOR

¿Hay quién pague el precio de sangre del asesinado por el amor? ¿Hay quién rescate al cautivo del amor? ¿O podrá acaso el destino hacerme retroceder hacia mi amada como en aquel día que pasamos junto al río? Lo pasé nadando y estaba sediento: ¡Qué maravilla uno que nada y tiene sed! El amor, dueño mío, me dejó tan extenuado que no pueden verme los ojos de los que me visitan ¿Cómo se las arregló el amor para llegar a quién es invisible para todos? El médico se ha aburrido de intentar curarme Y hasta mis émulos sienten piedad de mi dolencia.

AMOR ABIERTAMENTE DECLARADO

Los que no saben qué es amor me censuran porque te amo, pero, a mi juicio, tanto me da el que te injuria como el que se calla. Me dicen: “Has dejado a un lado todo disimulo, aunque te mostrabas a las gentes celoso observante de la ley religiosa”. Yo les digo: “Ocultar mi amor sería hipocresía pura y uno como yo detesta los hipócritas. ¿Cuándo vedó Mahoma el amor? ¿Consta acaso su ilicitud en el claro texto revelado? Mientras no cometa cosas prohibidas, por las cuales tema llegar el día de la resurrección con la cara perpleja, no hago caso, en materia de amor, de lo que digan los censores, y, por vida mía, me es igual que hablen a gritos o en voz baja. ¿Es acaso responsable el hombre de algo que no haya elegido libremente? ¿Por ventura el que se calla será reprendido por las palabras que no profirió?




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SeÑaLeS Del AmOr. IBn HaZm.


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El Collar de la Paloma


Sobre las Señales del Amor


Tiene el amor señales que persigue el hombre avisado y que puede llegar a descubrir un observador inteligente. Es la primera de todas la insistencia de la mirada, porque es el ojo puerta abierta del alma, que deja ver sus interioridades, revela su intimidad y delata sus secretos. Así, verás que cuando mira el amante, no pestañea y que muda su mirada adonde el amado se muda, se retira adonde él se retira, y se inclina adonde él se inclina, como hace el camaleón con el sol. Sobre esto he dicho en un poema:
Mis ojos no se paran sino donde estás tu. Debes tener las propiedades que dicen del imán. Los llevo adonde tú vas y conforme te mueves, como en gramática el atributo sigue al nombre.

Otras señales son: que no pueda el amante dirigir la palabra a otra persona que no sea su amado, aunque se lo proponga, pues entonces la violencia quedará patente para quien lo observe; que calle embebecido, cuando hable el amado; que encuentre bien cuanto diga, aunque sea un puro absurdo y una cosa insólita; que le dé la razón, aún cuando mienta; que se muestre siempre de acuerdo con él, aun cuando yerre; que atestigüe en su favor, aun cuando obre con injusticia, y que le siga en la plática por dondequiera que la lleve y sea cualquiera el giro que le de.

Otras señales del amor son: que el amante vuele presuroso hacia el sitio en que está el amado; que busque pretextos para sentarse a su lado y acercarse a él; y que abandone los trabajos que le obligarían a estar lejos de él, dé al traste con los asuntos graves que le forzarían a separase de él, y se haga el remolón en partir de su lado.
Acerca de este asunto he compuesto estos versos: Cuando me voy de tu lado, mis pasosson como los del prisionero a quien llevan al suplicio.Al ir a ti, corro como la luna llenacuando atraviesa los confines del cielo.Pero al partir de ti, lo hago con la morosidadcon que se mueven las altas estrellas fijas.

Otra señal es la sorpresa y ansiedad que se pintan en el rostro del amante cuando impensadamente ve a quien ama o éste aparece de súbito, así como el azoramiento que se apodera de él cuando ve a alguien que se parece a su amado, o cuando oye nombrar a éste de repente.
Sobre esto he dicho en un poema: Cuando mis ojos ve a alguien vestido de rojo, mi corazón se rompe y desgarra de pena. ¡ Es que ella con su mirada hiere y desangra a los hombresy pienso que el vestido está empapado y empurpurado con esa sangre!

Otra de las señales es que el amante dé con liberalidad cuanto pueda de aquello que antes disfrutaba por sí mismo, y ello como si fuese él quien recibiera el regalo y como si en hacerlo le fuera su propia felicidad, cuando solo le mueve el deseo de lucir sus atractivos y hacerse amable.
Por el amor, los tacaños se hacen desprendidos; los huraños desfruncen el ceño; los cobardes se envalentonan; los ásperos se vuelven sensibles; los ignorantes se pulen; los desaliñados se atildan; los sucios se limpian; los viejos se las dan de jóvenes; los ascetas rompen sus votos, y los castos se tornan disolutos. Claro es que estas señales aparecen antes que prenda el fuego del amor y el calor abrase y el tizón arda y se levante la llama, porque, una vez que el amor se enseñorea y hace pie, no ves más que coloquios secretos y un paladino alejamiento de todo lo que no sea el amado.
Unos versos tengo compuestos en que se declaran reunidas muchas de estas señales, y de ellos son los siguientes:

Cuando se trata de ella, me agrada la plática,
Y exhala para mi un exquisito olor de ámbar.
Si habla ella, no atiendo a los que están a mi lado
Y escucho sólo sus palabras placientes y graciosas.
Aunque estuviera con el Príncipe de los Creyentes,
No me desviaría de mi amada en atención a él.
S i me veo forzado a irme de su lado,
No paro de mirar atrás y camino como una bestia herida;
Pero, aunque mi cuerpo se distancie, mis ojos quedan fijos en ella,
Como los del náufrago que, desde las olas, contemplan la orilla.
Si pienso que estoy lejos de ella, siento que me ahogo
Como el que bosteza entre la polvareda y la solana.
Si tú me dices que es posible subir al cielo,
Digo que sí y que sé dónde está la escalera.

Otras señales e indicios de amor, patentes para el que tenga ojos en la cara, son: la animación excesiva y desmesurada; el estar muy juntos donde hay mucho espacio; el forcejear por cualquier cosa que haya cogido uno de los dos; el hacerse frecuentes guiños furtivos; la tendencia a apretarse el uno contra el otro; el cogerse intencionadamente la mano mientras hablan; el acariciarse los miembros visibles, donde sea hacedero, y el beber lo que quedó en el vaso del amado, escogiendo el lugar mismo donde posó sus labios. Hay, sin embargo, señales contrarias a las declaradas, que obedecen al imperio de las circunstancias, a los accidentes que andan en juego, a las causas del momento o a la excitación de los ánimos. Los extremos se tocan muchas veces. Las cosas, exageradas hasta el colmo, producen efectos contrarios, y, llevadas al extremo límite de su discrepancia, acaban por parecerse, por un decreto de Dios Honrado y Poderosos que no podemos comprender. Así, la nieve, si se la aprieta mucho tiempo con la mano, quema como su contrario el fuego; la alegría excesiva mata, lo mismo que la pena desmesurada, y la risa muy continuada y violenta hace saltar las lágrimas. Todo esto acaece muy a menudo. Pues del mismo modo hallamos que, cuando dos amantes se corresponden y se quieren con verdadero amor, se enfadan con frecuencia sin venir a qué,; se llevan la contraria, aposta, en cuanto dicen; se atacan mutuamente por la cosa más pequeña, y cada cual está al acecho de lo que va a decir el otro para darle un sentido que no tiene; todo lo cual es prueba que evidencia lo pendientes que están el uno del otro. La distinción entre estos enfados y la verdadera ruptura o enemistad, nacida del odio y de la animosidad enconada de la querella, es la prontitud con que se reconcilian. A veces tú creerás que entre dos amantes hay tan hondas diferencias, que no podrían arreglarse más que pasado mucho tiempo, si se trataba de una persona de alma serena y libre de rencor, o nunca, tratándose de persona vengativa. Sin embargo, no tardarás mucho en ver que han vuelto a la más amigable compañía, que los reproches se han desvanecido, que la rencilla se ha borrado y que en el mismo instante vuelven a reírse y a chacear juntos. Todo esto puede ocurrir varias veces, en un solo rato. Pues bien: cuando veas que dos personas proceden de este modo, no dejes lugar a la duda, ni permitas, en absoluto, que te asalte la incertidumbre, ni vaciles en pensar que entre ellas hay un oculto secreto de amor. Puedes afirmarlo en redondo, en la seguridad de que nadie podrá desmentirte. No te hace falta prueba más clara ni experiencia más fidedigna. Tal cosa no sucede más que cuando existe un amor correspondido y una afección sincera. Yo he visto mucho de eso. Otra señal de amor es que tú has de ver cómo el amante está siempre anhelando oír el nombre del amado y se deleita en toda conversación que de él trate. Este tema es su muletilla constante y nada le divierte como él, sin que le retraiga de hacerlo el temor de que las gentes adivinen su secreto y los circunstantes comprendan su inclinación. ¡El amor te vuelve ciego y sordo! Si el amante pudiera conseguir que en el sitio en que se halla no hubiera otra plática que la referente a quien él ama, jamás se movería de allí. Acaece asimismo al verdadero amante que, a veces, se pone a comer con apetito, cuando de repente el recuerdo del ser amado le excita de tal modo que la comida se le atraganta en la garganta y le obtura el tragadero. Otro tanto le sucede con el agua. Relativo a la conversación, en ocasiones, la inicia muy animado, cuando, de improviso, le asalta un pensamiento cualquiera acerca del ser amado, y entonces se aprecia claro cómo se le traba la lengua y empieza a balbucear, y se observa claramente que se pone taciturno, cabizbajo y retraído. Hacía un momento su fisonomía era risueña y sus maneras desenvueltas; pero rápidamente se torna hosco e inerte; su alma está perpleja, sus movimientos son rígidos; se aburre de hablar y siente tedio cuando le preguntan. Otras señales de amor son: la afición a la soledad; la preferencia por el retiro, y la extenuación del cuerpo, cuando no hay en él fiebre ni dolor que le impida ir de un lado para otro ni moverse. El modo de andar es un indicio que no miente y una prueba que no falla de la languidez latente en el alma. El insomnio es otro de los accidentes de los amantes. Los poetas han sido profusos en describirlo; suelen decir que son los “apacentadores de estrellas”, y se lamentan de lo larga que es la noche. Acerca de este asunto yo he dicho, hablando de la guarda del secreto de amor y de cómo trasparece por ciertas señales:
Las nubes han tomado lecciones de mis ojos y todo lo anegan en lluvia pertinaz, que esta noche, por tu culpa, llora conmigo y viene a distraerme en mi insomnio. Si las tinieblas no hubieren de acabar hasta que se cerraran mis párpados en el sueño, no habría manera de llegar a ver el día, y el desvelo aumentaría por instantes. Los luceros, cuyo fulgor ocultan las nubes a la mirada de los ojos humanos, son como ese amor tuyo que encubro, delicia mía, y que tampoco es visible más que en hipótesis.

Sobre el mismo asunto dije también en otro poema: Pastor soy de estrellas, como si tuviera a mi cargo apacentar todos los astros fijos y planetas. Las estrellas en la noche son el símbolo de los fuegos de amor encendidos en la tiniebla de mi mente. Parece que soy el guarda de este jardín verde oscuro del firmamento, cuyas altas yerbas están bordadas de narcisos. Si Tolomeo viviera, reconocería que soy el más docto de los hombres en espiar el curso de los astros.
Las cosas se enredan como las cerezas y unas traen otras a la memoria.
Melancólico, afligido e insomne, el amanteno deja de querellarse, ebrio del vino de las imputaciones. En un instante te hace ver maravillas,pues tan pronto es enemigo como amigo, se acerca como se aleja.Sus transportes, sus reproches, su desvío, su reconciliación parecen conjunción y divergencia de astros, presagios estelares adversos y [favorables Más de pronto, tuvo compasión de mi amor, tras el largo desabrimiento, y vine a ser envidiado, tras de haber sido envidioso.N os deleitamos entre las blancas flores del jardín, agradecidas y encantadas por el riego de la escarcha: rocío , nube y huerto perfumado parecían nuestras lágrimas, nuestros párpados y su mejilla rosada.
Que no me censuren los críticos por haber empleado la palabra “conjunción”, ya que los astrónomos llaman así a la coincidencia de dos estrellas en un mismo grado.

También sufre el amante sinsabores en las dos situaciones siguientes:

La primera consiste en que el galán espere encontrar a su dama y se interponga de pronto un obstáculo que lo impida. Yo conocía a uno a quien su amada había dado una cita y lo veía yendo y viniendo; no podía estarse quieto ni pararse en ningún lugar; tan pronto iba para atrás como para adelante; la alegría aligeraba su natural serio y convertía su aplomo en vivacidad. Sobre este tema de la espera de una visita amorosa, yo tengo los siguientes versos:

Hasta que llegó la noche estuve esperando verte, oh deseo mío!, oh colmo de mi anhelo!; pero las tinieblas me hicieron perder la esperanza, cuando antes, aunque apareciera la noche, no desesperaba de que siguiera el día. Tengo para ello una prueba que no puede mentir, pues por muchas análogas nos guiamos en asuntos difíciles,y es que, si te hubieras decidido a visitarme, no hubiera habido tinieblas, y la luz, tu luz, hubiera permanecido sin cesar entre nosotros.

La segunda situación consiste en que nazca entre los amantes una sospecha, que no se sabe si es verdad o no más que por referencias de una tercera persona, pues entonces el desasosiego es tremendo hasta que el asunto se aclara, bien porque la desazón se trueque en franca tristeza y pena, ocasionada por el temor de la ruptura. También asalta al amante una profunda dejadez si el amado le trata con desabrimiento; mas esto quedará explicado en su capítulo correspondiente, si Dios Altísimo quiere. Accidentes del amor son asimismo la violenta ansiedad y el mudo estupor que se apoderan del amante, cuando ve que el amado le esquiva o huye de él, y que se revelan en ayes, abatimiento, gemidos y profundos suspiros. Sobre este asunto yo compuse un poema del que es este verso:
La bella paciencia está prisionera: pero las lágrimas corren libremente.

Otra señal de amores que tu verás que el amante siente afecto por la familia del que ama, sus parientes allegados, hasta el punto de que los aprecia más que a su propia familia, que a sí mismo y que a todos los suyos. El llanto es otra señal de amor; pero en esto no todas las personas son iguales. Hay quien tiene prontas las lágrimas y caudalosas las pupilas: sus ojos le responden y su llanto se le presenta en cuanto quiere. Hay; en cambio, quien tiene los ojos secos y faltos de lágrimas.Yo soy uno de estos últimos, debido a que estuve mucho tiempo tomando incienso para curar unas palpitaciones de corazón que tuve de niño. A veces me cae encima una desgracia abrumadora; tengo el corazón destrozado y desgarrado; siento en él un nudo más amargo que la coloquítida, que me impide emitir palabra a derechas e incluso, a veces, parece que va a cortarme el aliento; pero mis ojos siguen insensibles, a no se en rarísimas ocasiones en que sueltan unas pocas lágrimas. A este propósito recuerdo lo que pasó un día en que, parados en la playa de Málaga, decíamos adiós, mi compañero Abu Bakr Muhammada ibn Isahq y yo, a nuestro amigo Abu ‘Amir Muhammada ibn ‘Amir (¡Dios le haya perdonado!, que emprendía el viaje de Levante y a quien no habíamos de volver a ver. Al despedirse, Abu Bakr se puso a llorar y a declamar, aplicándolo al caso, este verso que pertenece a la elegía sobre la muerte de Yazid ibn ‘Umar ibn Hubayra (¡Dios le haya perdonado!):
¡Ah! El ojo que, en el dia de Wasit, no derrama por ti cuantas lágrimas le quedan, es que es de piedra. Yo sentía también grandísima aflicción y pesar, pero mis ojos no vinieron en mi ayuda y tuve qe limitarme a decir, emulando a Abu Bakr: Y el hombre que, cuando tú le abandonas, no pierde por ti su mejor resignación, es que es de hielo. Pero, con arreglo a la opinión general de las gentes de que el llanto es prueba de amor, tengo también una qasida que compuse antes de llegar a la pubertad y que comienza así:
Indicio del pesar son el fuego que abrasa el corazón y las lágrimas que se derraman y corren por las mejillas,aunque el amante cele el secreto de su pecho,las lágrimas de sus ojos lo publican y lo declaran.Cuando los párpados dejan fluir sus fuentes,es que en el corazón hay un doloroso tormento de amor.
También acaece el amor que uno de los amantes recele y sospeche de cualquier palabra que el otro diga, y la eche a mal parte, lo cual suele originar frecuentes rencillas entre los enamorados.
Yo conozco un hombre que era el menos malicioso del mundo, el de más amplio espíritu, el de mayor paciencia, el más tolerante, el de manga más ancha, y, sin embargo, tenía una extrema susceptibilidad respecto a la persona a quien amaba. La más insignificante diferencia que con ella tenía levantaba en su espíritu mil especies de reproches y mil motivos de desconfianza. Sobre este asunto, he dicho en un poema:

Desconfío de ti hasta en lo más despreciable que hagas, y a quien hay que despreciar es a quien desprecia estas cosas, sin ver que pueden ser origen de ruptura o de odio: el incendio en sus comienzos es una chispa. Todo lo grande empieza por ser diminuto: de un huesecillo de nada ves nacer el árbol.

También notarás que el amante, cuando no tiene demasiada seguridad en la constancia de los sentimientos del amado para con él, es mucho más circunspecto de lo que antes era, se refrena más en sus palabras y cuida más sus ademanes y sus miradas, sobre todo si tiene la desgracia de haber dado con una persona celosa y la fatalidad de haber caído con quien es aficionado a pelearse.
Otras señales de amor son: que el amante espíe al amado, tome nota de cuanto diga, investigue cuanto haga, sin que se le escape cosa alguna ni chica ni grande, y le siga en todos sus movimientos. Y, por vida mía, tú veras que en esto los necios se vuelven listos, y los incautos, agudos .Una vez, en Almería, estaba yo de visita sentado en corro, en la tienda de Isma’il ib Yunus, el médico judío, que era ducho en el arte fisiognómica y muy perito en ella, cuando Muxahid ibn al-Husayn al-Qaysi le dijo, señalando a un hombre, llamado Hatim Abu-l-Baqa’, que pasaba frente a nosotros: “¿Qué dices de ese?” Isma’il lo miró un momento y luego dijo: “Que es un enamorado” “Acertaste, dijo Muxahid; pero ¿cómo lo sabes?” “No más, contestó, que por la excesiva abstracción que lleva pintada en el semblante, para no hablar de sus otros ademanes. He deducido que se trata de un enamorado, sin que haya lugar a dudas.”


El Collar de la Paloma


جعلت اليأس لي حصنا ودرعا فلم ألبس ثياب المستضاموأكثر من جميع الناس عندي يسير صانني دون النامإذا ما صح لي ديني وعرضي فلست لم ا تولى ذا اهتمامتولى الأمس والغد لست أدري أأدركه ففيما ذا اغتمامابن هزم


Hice de la desesperación mi castillo y mi coraza, no quiero disfrazarme de víctima de la injusticia. Más que todo vale para mi, eso poquito que me permite no necesitar a nadie. Estando firmes mi religión y mi honor, en nada tengo lo que se va de mi lado. El ayer se fue, el mañana no se si lo alcanzaré ¿de qué voy a afligirme? Ibn Hazm.