- A la carta
- > Televisión
- > La 2
- > Babel en TVE
- > Babel en TVE - Caleidoscopio: Mawlid, el nacimiento de Mahoma
El término Mawlid es el nombre que recibe la celebración del
aniversario de Muhammad (s.a.s.). También se utiliza con el mismo significado
la palabra Mawlud que literalmente significa "el Nacido" (en
pronunciación vulgar Mulud).l Mawlid
La conmemoración de su nacimiento (‘al Mawlid’) está
estrechamente ligada al principio que rige todo lo que es bueno en la
existencia de la vida de Muhammad
El mundo islámico conmemorará el próximo sábado la fiesta
del nacimiento del profeta Muhammd que tendrá lugar el 12 del mes de ‘Rabi
al-Awwal’ según el calendario musulmán, comúnmente aceptado como la fecha del
nacimiento del profeta.
Esta celebración se conoce como ‘Al Mawlid al-Nabawi’ (nacimiento
del profeta). No existe ninguna mención específica en la ‘Sunna’ (la segunda
fuente del Islam tras el Corán), que obliga a celebrar este día, sin embargo,
el hecho de evocar su nacimiento significa un verdadero júbilo festivo de gran
valor religioso para todos los musulmanes.
La conmemoración de su nacimiento (‘al Mawlid’) está
estrechamente ligada al principio que rige todo lo que es bueno en la
existencia de la vida de Muhammad. La mención más antigua que se conserva de
celebraciones públicas del ‘Mawlid’ se encuentra en la obra del historiador
andalusí Ibn Yubáir (1145-1217).
En su libro ‘Los viajes de Ibn Yubáir’ el historiador y
viajero narra la ceremonia especial que se organizó en La Meca –ciudad natal
del profeta- durante el día doce del mes árabe ‘Rabí al-Awwal’. La casa del
Profeta permaneció excepcionalmente abierta durante todo el día y a ella acudió
un gran número de visitantes recitando versículos del Corán y del ‘Dua’
(plegarias).
La biografía de Muhammad (As-Sira an- Nabawiya) se remonta
al pasado, cuando estaba todavía en el vientre de su madre (Amina). Amina al
dar a luz a Muhammad, alrededor del año 570 de la era cristiana, su abuelo
(Abdul Mouttaleb) tomó al niño en sus brazos, después le llevó a la ‘Kaaba’ y
le llamó Muhammad, un nombre que era ya conocido pero no estaba muy extendido
entre los países árabes.
La mayor parte de los países del mundo islámico conmemora
este día con actos religiosos, en los que se invoca el nombre de Dios y se
recitan pasajes del Corán.
Se trata de una ocasión extraordinaria para recordar con
especial intensidad al fundador del Islam, el Nabí, el Anunciador, que nos
mostró la Senda hacia Allah, hacia la Luz que disipa todas las tinieblas, hacia
la Plenitud en la que se diluyen todos los conflictos y mediocridades del ser
humano. Sidnâ Muhammad nos indicó el camino que conduce hasta el califato,
hacia la soberanía... Allah lo bendiga y salude eternamente por cada paso que
se da sobre ese Sendero.
Sidnâ Muhammad (P.B.) fue ‘Abdullâh, el Servidor de Allah;
fue Nabíyullâh, el Anunciador de Allah; fue Rasûlullâh, el Mensajero de Allah;
y todo ello porque en su esencia era Habîbullâh, el Amado de Allah. Él fue
al-Mustafà, el Escogido. De principio a final, él es Nûr, Luz. En estos títulos
de Sidnâ Muhammad (P.B.) se resume adecuadamente la explicación de quién era.
En su raíz, en su intimidad más profunda, él estaba completamente entregado y
rendido a su Señor, resplandeciente en el esplendor de la Verdad. Ése era su
secreto, y ese secreto fue lo que se reveló configurando el Islam.
A algunos les resulta contraproducente la veneración de los
musulmanes por Sidnâ Muhammad (P.B.). La confunden con un culto a la
personalidad en contradicción con el estricto unitarismo del Islam. “Hay que
mirar hacia Allah y olvidar todo lo demás”, esto es lo que dicen quienes no
comprenden muchas cosas. En primer lugar, mezclan ideas que nada tienen que ver
entre sí: el respeto, la veneración, no es culto ni idolatría, sino
reconocimiento. En cierta ocasión, Sidnâ Muhammad (P.B.) dijo: “No sabe dar las
gracias a Allah quien no sabe darlas a la gente”, y dada la magnitud del favor
que él nos ha hecho, no hay forma de darle las gracias más que con un amor
apasionado y sin límites. No hay que confundir el Tawhîd, el unitarismo, con el
desdén, el desapego, la descortesía y la ignorancia.
La gratitud de los musulmanes se expresa bajo la forma de un
amor intenso hacia Sidnâ Muhammad (P.B.), y tiene su clave en el
reconocimiento, que es conciencia. Intentamos así agradecer el bien que nos ha
hecho, y esto se comprende cuando se profundiza poco a poco en el Islam. Cuanto
más se conoce el Islam, más se descubre la grandeza de quien lo contuvo y lo
trasmitió, y más se le valora, porque, a la par que nos adentramos en la
inmensidad del Dîn, se nos va haciendo patente la inmensidad sin límites de
Sidnâ Muhammad (P.B.). Él fue un océano desde el que fluyó un océano.
Hay quienes ven en él simplemente a un rasûl, un mensajero.
Entre los propios musulmanes modernos hay quienes ven en él al mero trasmisor
de una Ley. Ven la vaina, no la espada, que tiene un filo cortante. Él fue
Rasûlullâh, el Mensajero de Allah, y el complemento ‘de Allah’ es lo que
debiera despertar en nosotros una inquietud que nos dejara intuir que había
algo tremendo en Sidnâ Muhammad (P.B.) que lo capacitaba para ser el Mensajero
del Señor de los Mundos. Ese ‘de Allah’ es el filo cortante de Muhammad (P.B.),
es la medida de su envergadura espiritual.
Sidnâ Muhammad (P.B.) es conmocionador. Su secreto es
envolvente. Su realidad es inexpresable. Su fuerza es impactante. Eso es lo que
verdaderamente han detectado los musulmanes y es lo que los ha enamorado. Han
sido arrebatados por su majestad y su belleza, una majestad y belleza que están
más allá de todo. Es lo que sucedió a sus Compañeros, que fueron seducidos por
la energía de su presencia. Es lo que está realmente en la raíz de las lágrimas
que se vierten ante su tumba, lágrimas que denuncian una alegría infinita,
signos de un estremecimiento que es pura emoción para la que no hay palabras
sino un latido especial del corazón. Visitar su tumba en Medina es un
acontecimiento embriagador. Es ponerse delante de algo atemporal. Es tener un
instante con él y saborear un deleite que se filtra hasta lo más íntimo. Nada
hay comparable.
Los musulmanes no tienen que mitificarlo ni divinizarlo.
Sólo tiene que sentir a Sidnâ Muhammad (P.B.) e identificarse con él para fluir
con su secreto. Los sufíes dicen que, al igual que para conocer a Allah hay que
morir en Él, para conocer a Muhammad hay que morir en él. Él es capaz de
despertar una pasión en la que merece la pena perderse, porque es la pasión que
de modo efectivo nos acerca a Allah, al Señor de Muhammad (P.B.). En él
conocemos a Allah; por los recovecos de su esencia paladeamos el secreto de la
inmediatez del Creador de los cielos y de la tierra. En él está el Amor de
Allah, y él era Habîbullâh.
El Corán enseña que Sidnâ Muhammad (P.B.) nos fue enviado
ráhmatan lil-‘âlamîn, nos fue enviado como Misericordia para los Mundos. Él es
puro vórtice de un bien vivificante. Y el Corán le llama Sirâÿ Munîr, Antorcha
que ilumina y también Sirâÿ Wahhâÿ, Antorcha Resplandeciente. A su luz, el
musulmán se conduce hasta el bien sobreabundante de Allah. Bajo su estandarte,
construye su Nación. Los sufíes lo llaman Sáyyid al-Wuÿûd, el Señor de la
Existencia, por su eminencia, por su centralidad, por todo lo que el Corán dice
de su verdad.
Entre los mismos musulmanes hay quienes opinan que celebrar
el Máwlid es inconveniente, que es una innovación reprobable (una bid‘a), y ven
en ello un culto a la personalidad contrario al espíritu del Islam. Son los que
ven la vaina y no ven la espada. ¿Quién puede evitar que los musulmanes cumplamos
nuestras obligaciones hacia Sidnâ Muhammad (P.B.)? ¿Quién puede evitar que el
amor de los musulmanes hacia Sidnâ Muhammad (P.B.) se desborde? El amor de los
Compañeros de Muhammad hacia él es el precedente que legitima una celebración
que va a la raíz de su verdad. Es cierto que una de las formas en que debe
expresarse ese amor es en el seguimiento estricto de sus enseñanzas, pero el
festejo es signo de ver en él algo más que el simple trasmisor de una
enseñanza, es sentir en él lo tremendo. Siguiendo estrictamente la Sharî‘a
vivimos en su Ley. Pero con el Máwlid celebramos su Esencia (Haqîqa), su
Verdad.
En la celebración del Máwlid no hay idolatría, sino
reconocimiento. Es el resultado de la experiencia muhammadiana de la Nación. Es
fruto de la relación apasionada con Sidnâ Muhammad (P.B.), y por ello es
incontenible. En la celebración del Máwlid hay una conmoción de fuerza
muhammadiana.
¡Allah! Bendice a
nuestro señor Muhammad
il-fâtihi limâ úgliqa
que abrió lo que estaba
cerrado,
wa l-jâtimi limâ sábaqa
selló lo que le había
precedido
nâsiri l-háqqi
bil-háqqi
y auxilió a la verdad
con la verdad,
wa l-hâdi ilà sirâtika
l-mustaqîm
y es guía hacia tu
Sendero recto,
wa là âlihi
y bendice a los suyos,
háqqa qádrihi wa
miqdârihi l-azîm
en conformidad con su
mérito y su rango inmenso.
l Mawlid
Celebración del
nacimiento del Profeta Muhammad (sas)
No hay comentarios:
Publicar un comentario