Ka'b Ibn ‘Uyrah
(radialláhu 'anhu) narró que Rasülulláh (sallalláhu 'aleihi wa sallam) dijo:
"Acérquense al mímbar". Nos acercamos, y cuando ascendió el primer
peldaño del mímbar dijo Ámin". Cuando ascendió el segundo peldaño dijo
"Ámin". Cuando ascendió el tercer peldaño dijo "Ámin".
Cuando descendió dijimos: "¡Oh Rasúlulláh!, mientras subías al mímbar, te
hemos escuchado hoy, algo que jamás habíamos escuchado antes". Él
(sallalláhu 'aleihi wa sallam) dijo: "Cuando ascendí el primer peldaño, Yibril
('aleihis salám) apareció ante mí y dijo: "¡Ay de aquél! que encuentre el
bendito mes de Ramadán y lo deje pasar sin lograr el perdón", a lo que
dije Ámin. Cuando ascendí el segundo peldaño, él ('aleihis salám) dijo:
"¡Ay de aquél! ante quien tu nombre es mencionado y no te envíe saludos y
pida bendiciones para ti (salawát 'alan-Nabi)". Respondí Amin. Cuando
ascendí el tercer peldaño, él dijo: "¡Sean destruidos aquellos, cuyos
padres, o uno de sus padres se vuelvan viejos en su presencia, y no pueda entrar
al Yannah! (por no servirlos)". Yo dije Ámin". (Hákim).
Comentario
En este hadith, Yibril ('aleihis salám) pronunció tres
desgracias a las cuales Rasúlulláh (sallalláhu 'aleihi wa sallam) respondió con
"Ámin". Primero, ni más ni menos, que la condena de Yibril ('aleihis
salám) que es un ángel muy cercano y luego la reprobación de Rasúlulláh
(sallalláhu 'aleihi wa sallam), sirven para dejar en claro la severidad de este
asunto.
¡Quiera Alláh, por Su Bondad concedernos el taufiq de
apartarnos de estos tres males y protegernos! porque de lo contrario, sin duda
estaremos en la perdición. En Ad-Durrul Manthúr se dice que Yibril ('aleihis
salám) ordenó a Rasúlulláh (sallalláhu 'aleihi wa sallam) que dijera
"Ámin". Siendo un ángel del estatus de Yibril ('aleihis salám) quien
da la instrucción a Rasúlulláh (sallalláhu 'aleihi wa sallam) de decir
"Ámin" después de cada desgracia.
La primera persona que se menciona
en este hadith es aquel individuo que, encontrándose dentro del mes de Ramadán,
desperdicia su tiempo cometiendo pecados, dejando de lado sus deberes
religiosos y, por ello, pierde la posibilidad de obtener el perdón. Ramadán es
el mes de la Misericordia de Alláh Ta'álá y si es desaprovechado por causa de
la maldad y la negligencia ¿Cómo podría entonces alguien ser perdonado? Si no
alcanza la complacencia de Alláh durante Ramadán ¿Entonces, cuándo podría
hacerlo? No cabe duda acerca de su fracaso, más aún cuando es precisamente en
Ramadán donde se encuentran numerosas oportunidades de obtener el perdón.
El segundo desdichado, es aquel que escucha
mencionar el nombre de Rasúlulláh (sallalláhu 'aleihi wa sallam) y no recita su
salutación.
Este hecho ha sido
mencionado en otros ahádith; por ello los 'ulamá, consideran que es wáyib
(obligatorio) el recitar las salutaciones cada vez que se escucha el nombre del
Profeta Muhammad (sallalláhu 'aleihi wa sallam). Además de esta condenación, se
han hecho varias advertencias, al respecto, en varios ahádith se ha llamado a
quienes no cumplen con esta obligación los desafortunados o los tacaños.
En otras partes,
tales personas han sido consideradas como desertores; como quienes han perdido
su camino al Yannah; como personas que entrarán al Yahannam, como aquellos que
no tienen religión y que no podrán ver el bendito rostro de Rasúlulláh
(sallalláhu 'aleihi wa sallam). Los sabios han interpretado estos ahádith en
diferentes formas, pero el hecho es que, la advertencia que Rasúlulláh
(sallalláhu 'aleihi wa sallam) dio a quienes faltan a recitar el salawát para
él, es tan severa que es difícil de poder soportar. ¿Y por qué no? Después de
todo, las bendiciones que esta Ummah ha recibido a través de Rasúlulláh
(sallalláhu 'aleihi wa sallam), son tales que ningún pensamiento o palabra
serían capaces de describir.
Sus favores hacia nosotros
son de hecho tan grandes que con justa razón ha de advertirnos. Por el
contrario, los beneficios por recitar las salutaciones hacia nuestro Profeta
Muhammad (sallalláhu 'aleihi wa sallam), son tan inmensos que sería un
verdadero error el privarnos de ellos. El hadith nos enseña que, quienquiera
que recite un salawát (salutación) para Rasúlulláh (sallalláhu 'aleihi wa
sallam), Alláh Ta'álá le enviará diez misericordias para él, los ángeles
suplicarán por él, sus pecados serán perdonados, su rango será elevado,
recibirá una recompensa mayor que el monte de `Uhud, y Rasúlulláh (sallalláhu
`aleihi wa sallam) intercederá por él en el Día del Qiyámah. Además otras
recompensas prometidas son: Ganar
la Complacencia y la Misericordia de Alláh Ta'álá, ser protegido de Su ira, ser
liberado de los tormentos del Qiyámah, y ver el lugar que le aguarda en el
Paraíso aún mientras se está aquí en la tierra. También hay recompensa por
recitar el salawát 'alán-Nabi (salutaciones), cierta cantidad de veces, junto
con la promesa de nunca ser afectado por la pobreza o la necesidad, la promesa
de estar cerca de Rasúlulláh (sallalláhu ‘aleihi wa sallam) en la corte de
Alláh Ta'álá, la promesa de ser protegido frente a los enemigos, de limpiar
nuestro corazón de la hipocresía y de las enfermedades espirituales y también
de obtener el amor de los demás.
Muchas
bienaventuranzas más han sido enumeradas por la recitación abundante de las
salutaciones. Los sabios han dicho que es fard recitar estas salutaciones
aunque sólo sea una vez en la vida, mientras que es wáyib (obligatorio) hacerlo
cada vez que se menciona el nombre del Profeta Muhammad (sallalláhu `aleihi wa
sallam). Otros dicen que es mustahab (recomendable).
La tercera persona es aquella que,
mientras estuvo con vida, vio que uno o sus dos padres alcanzaron la vejez, y
no fue capaz de alcanzar el Paraíso sirviéndoles. Esto ha sido explicado
en varios ahádith, los 'ulamá han dicho que es obligatorio obedecer a los
padres en cualquier acto que sea permitido hacer. No se puede ser irrespetuoso
y desobedecer a nuestros padres aunque estos no sean creyentes, ni debiéramos
levantar nuestra voz en frente de ellos, ni llamarles por su nombre.
A los padres se les
debe dar la preferencia en todo antes que nosotros (por ejemplo; comer, beber,
caminar o sentarse, entre otras), cuando les invitamos hacia el bien y les
prohibimos de cometer malas acciones, lo haremos con delicadeza. Si ellos no
aceptan, aun así, debemos de honrarles y respetarles, y debemos hacer du'á para
que ellos reciban la Guía. En un hadith se ha dicho que la mejor de las puertas
para entrar al Paraíso es el padre, si deseas puedes cuidarla o puedes
destruirla. Un sahábi preguntó a Rasúlulláh (sallalláhu 'aleihi wa sallam) ¿Cuáles son
los derechos de los padres? Él (sallalláhu 'aleihi wa sallam) respondió:
"Ellos son tu Yannah y tu Yahannam." Su felicidad es el Yannah y su
tristeza es el Yahannam. Además, se ha dicho en un hadith que cuando un
hijo obediente mira con amor y devoción a sus padres, la recompensa por esa
mirada será la aceptación de Alláh. En otro hadith se ha dicho que fuera de
asociar a otros dioses con Alláh Ta'álá, Él perdona todo lo que Él desea. Sin
embargo, Él comienza a castigar la desobediencia a los padres aún antes de la
muerte. Un sahábi dijo: "¡Oh
Mensajero de Alláh! quisiera ir al yihád." Rasúlulláh (sallalláhu 'aleihi
wa sallam) le preguntó: "¿Tu madre vive aún?" Él respondió que Sí.
Rasúlulláh (sallalláhu 'aleihi wa sallam) dijo: "Sírvela, pues el Yannah
se encuentra para ti, bajo sus pies."
En otro hadith se
narra que la complacencia de Alláh Ta'álá se encuentra en la complacencia del
padre y que el desagrado de Alláh Ta`álá se encuentra en el desagrado de
nuestro padre. En varios otros ahádith se ha señalado la importancia y las
virtudes de servir a nuestros padres ancianos.
No debemos deducir,
desde lo que hemos leído en este hadith, que si no cumplimos con tratar
servicialmente a nuestros padres, mientras ellos estuvieron vivos, no podremos
salvarnos de ir a Yahannam. En la shari`ah existe la salida, el hadith nos
enseña que debemos hacer du'á e istigfár por ellos, de este modo podremos ser
considerados entre quienes fueron obedientes con los padres. Otro hadith
establece que la mejor obra que podemos hacer después de la muerte de nuestro
padre, es tratar a sus amigos y compañeros en la misma forma en que éste lo
habría hecho.
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