lunes, 16 de junio de 2008

El AmOr EN eL ISlaM..




iBn HaZm

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Discurso sobre la esencia del amor.


“El amor, Dios te honre, empieza de burlas y acaba en veras, y son sus sentidos tan sutiles, en razón de su sublimidad, que no pueden ser declarados, ni puede entenderse su esencia tras un largo empeño. No está reprobado por la fe ni vedado en la santa Ley, por cuanto los corazones se hallan en manos de Dios Honrado y Poderoso, y buena prueba de ello es que, entre los amantes, se cuentan no pocos bien guiados califas y rectos imanes. En nuestra tierra de al-Andalus tenemos, entre ellos, a Abd al Rahman ibn Mu’awiya, enamorado de Da’acha’; a al-Hakam ibn Hixam; a Abd al-Rahman ibn al-Hakam, cuya pasión por Tarub, madre de su hijo ‘Abd Allah, es más clara que el sol, a Muhammada ibn ‘Abd al Rahman, cuyas relaciones con Gizlan (madre de sus hijos Utzman, al-Qasim y al-Mutarrif) son harto conocidas; y a al-Hakam al Mustansir, cegado por el amor de Subh (madre de Hixam al-Mu’ayyad bi-llah, ¡Dios esté satisfecho de él y de todos ellos!) hasta el punto de que no paraba atención en los hijos que tenía de otras mujeres, sin contar tantos otros casos parecidos. De no ser porque los musulmanes venimos obligados a respetar los derechos de los príncipes y no debemos dar otras noticias suyas que aquellas en que se habla de su firmeza y de sus trabajos en pro de la religión, y aquí se trata solo de cosas que acaecen en el recato de sus alcázares y en el seno de sus familias, de las que no conviene referir nada, citaría no pocas historias, en que ellos figuran, atinentes a nuestro tema. Los personajes principales y pilares de sus reinos, que andan entre los amantes, tantos son, que no podrían contarse.El caso más reciente es el que no hace mucho vimos, cuando al-Muzaffar, ‘Abd al Malik, ibn Abi Amir, se encaprichó de tal suerte con Wachid, la hija de un jardinero, que llegó a tomarla en matrimonio, y esta mujer fue la que, luego de la ruina de los ‘Amiríes, casón con el visir ‘Abd Allah ibn Maslama y, más tarde, cuando este fue asesinado, con un caudillo bereber. Cosa parecida es la que me contó Abu-l-Ays ibn Maymun al-Qurasi al-Husayni, y es que Nizar ibn Ma’add, señor de Egipto, por complacer a una esclava a la que localmente amaba, no vio a su hijo al-Mansur ibn Nizar, el que había de heredar el trono y arrogarse la divinidad, sino bastante después de su nacimiento, y eso que no tenía otro hijo varón, ni quién heredara el reino, ni perpetuara su memoria, más que él.Entre los hombres piadosos y alfaquíes de otros tiempos y de pasadas épocas hubo asimismo muchos amantes; pero los propios versos que compusieron nos relevan de citar sus historias. Así, por ejemplo, han llegado a nosotros noticias bastantes sobre la vida y las poesías de Ubayd Allah ibn Abd Allah ibn Utba ibn Mas’ud, uno de los siete alfaquíes de Medina. Tenemos también una respuesta jurídica de Ibn Abbas ¡Dios esté satisfecho de él!, que nos llena las medidas y que dice así: “Este es un muerto de amor y, por consiguiente, no hay precio de sangre ni talión”.
Difieren entre sí las gentes sobre la naturaleza del amor y hablan y no acaban sobre ella. Mi parecer es que consiste en la unión entre partes de almas que, en este mundo creado, andan divididas, en relación a como primero eran en su elevada esencia; per no en el sentido en que lo afirma Muhammad ibn Dawud (Dios se apiade de él) cuando, respaldándose en la opinión de cierto filósofo, dice que “son las almas esferas partidas”, sino en el sentido de la mutua relación que sus potencias tuvieron en la morada de su altísimo mundo y de la vecindad que ahora tienen en la forma de su actual composición. Sabemos todos que el secreto de la atracción o del desvío entre las cosas creadas está en la afinidad o repulsión que hay entre ellas, porque cada cosa busca siempre a su semejante, lo afín sólo en su afín sosiega, y esta comunidad de especie ejerce una acción que los sentidos perciben y una influencia que salta a la vista. La mutua antipatía entre los contrarios, la mutua simpatía entre los iguales, el ímpetu que enlaza a las cosas parejas entre sí, son cosas que hallamos bien patentes en nuestro mundo. Pues, siendo esto así, ¿qué no ocurrirá con el alma cuyo mundo es purísimo y etéreo, cuya equilibrada esencia tiende a lo alto, y cuya sustancia está presta a percibir la afinidad y la inclinación, el deseo y la aversión, el apetito y la repulsión?. Bien sabido es, en efecto, que así pasa todo eso a nuestros ojos en todos aquellos estados en que el hombre se desenvuelve y vive. Dios Honrado y Poderoso dice: “El es quién os creó de una sola alma, de la cual creó también a su compañera para que conviviera con el”. Por consiguiente, dispuso que la razón de su convivencia fuera el que Eva procedía de la misma alma que Adán. Si la causa del amor fuese no más que la belleza de la figura corporal, fuerza sería conceder que el que tuviera cualquier tacha en su figura no sería amado, y, por el contrario, a menudo vemos que hay quien prefiere alguien de inferior belleza con respecto a otros cuya superioridad reconoce, y que, sin embargo, no puede apartar de él su corazón. Y si dicha causa consistiese en la conformidad de los caracteres, no amaría el hombre a quién no le es propicio ni con él se concierta. Reconocemos, por tanto, que el amor es algo que radica en la misma esencia del alma. El amor, no obstante, tiene a menudo una causa determinada y desaparece cuando esta causa se extingue, pues quien te ama por algo te desama si ese algo se acaba. Acerca de esto yo he dicho:

Mi amor por ti, que es eterno por su propia esencia, ha llegado a su apogeo, y no puede ni menguar ni crecer. No tiene más causa ni motivo que la voluntad de amar. ¡Dios me libre de que nadie le conozca otro! Cuando vemos que una cosa tiene su causa en sí misma, goza de una existencia que no se extingue jamás; pero si la tiene en algo distinto, cesará cuando cese la causa de que depende.

Corrobora esta opinión el hecho de que sabemos que existen diferentes suertes de amor. Es el mejor el de los que se aman en Dios Honrado y Poderoso, bien por el esfuerzo que ambos ponen en un obra común, bien por coincidir en los principios de una secta o escuela, bien por compartir la excelencia de un saber que puede ser otorgado al hombre. Pero hay, además, el amor de los parientes; el de la afectuosa costumbre; el de los que se asocian para lograr fines comunes; el que engendran la amistad y el conocimiento; el que se debe a un acto virtuoso que un hombre hace con su prójimo; el que se basa en la codicia de la gloria del ser amado; el de los que se aman porque coinciden en la necesidad de guardar encubierto un secreto; el que se encamina a la obtención del placer y a la consecución del deseo; y, por fin, el amor irresistible que no depende de otra causa que de la antes dicha de la afinidad de las almas.
Todos estos géneros de amor cesan, acrecen o menguan, según sus respectivas causas desaparecen, aumentan o decaen; se reaniman se acerca su causa, y languidecen si su motivo se distancia; pero se exceptúa el verdadero amor, basado en la atracción irresistible, el cual se adueña del alma y no puede desaparecer sino con la muerte.
Tú hallarás personas que ellos mismos creen haber olvidado ya su amor y que han llegado a edad muy avanzada; pero, si se lo recuerdas, verás que lo sienten revivir en su memoria, y se lozanean y remozan, y que notan que les vuelve la emoción y les excita el deseo. También hallarás que en ninguna de las demás clases de amor antes declaradas acaecen la preocupación, la turbación, la obsesión, la mudanza de los instintos innatos y el cambio del espontáneo modo de ser, la extenuación, los suspiros y las demás pruebas de pesar que acompañan al amor irresistible.
Todo esto confirma la idea de que este auténtico amor es una elección espiritual y una como fusión de las almas.
Alguien podrá replicar que, siendo esto así, el amor debería ser el mismo en el amante que en el amado, supuesto que entre ambos son partes que antes estuvieron unidas y es una suerte. La respuesta es la siguiente: Esta objeción, por vida mía, es razonable. Ahora bien, el alma de quien no corresponde al amor que otra le tiene, está rodeada por todas partes de algunos accidentes que la encubren y de velos de naturaleza terrenal que la ciñen, y por ello no percibe la otra parte que estuvo unida con ella, antes de venir a parar donde ahora está; pero, si se viera libre, ambas se igualarían en la unión y en el amor. En cambio, el alma del amante está libre, y como sabe el lugar en que se encuentra la otra alma con quien estuvo unida y vecina, la busca, tiende a ella, la persigue, anhela encontrarse con ella y la atrae a sí, cuanto puede, como el hierro a la piedra imán. La fuerza de la esencia del imán, aunque enlazada con la fuerza de la esencia del hierro, no puede, por su propio impulso y por su impureza, encaminarse hacia el hierro, aunque sea afín suyo y de su mismo elemento, sino que es la fuerza del hierro, por su mayor potencia, la que se encamina hacia su afín y se siente atraída hacia él, ya que el movimiento parte siempre del más fuerte. La fuerza del hierro, abandonada a sí misma y no estorbada de ningún impedimento, busca la unión con su semejante, se dedica por entero a él, y corre hacia él a impulsos de su propia naturaleza y como por necesidad, no por un movimiento voluntario y deliberado. Ahora bien: si tú retienes al hierro en tu mano, no siente ya la atracción de la piedra imán, porque su fuerza no puede vencer la del que lo retiene, que es mayor que ella. Del mismo modo, si las partículas del hierro son muchas, obran unas sobre otras y esta acción recíproca anula la fuerza, relativamente más débil, que las obliga a desplazarse hacia el otro cuerpo; pero, cuando aumenta el volumen del imán y sus fuerzas equivalen a la de todas las fuerzas del volumen del hierro, éste retorna a su condición habitual. Del mismo modo, el fuego encerrado en el pedernal no sale afuera, a pesar de la fuerza que le impulsa a reunirse y a llamar para ello a todas sus partes dondequiera que estén, sino después del golpe del eslabón, cuando ambos cuerpos se han unido con presión y fricción. Mientras tanto, el fuego está oculto en la piedra sin manifestarse ni aparecer.
Otro argumento de lo mismo es que tú no hallarás dos personas que se amen que no tengan entre sí alguna semejanza o coincidencia de cualidades naturales. Es forzoso que la haya, por poca que sea, y claro es que, conforme mayores sean estas analogías, más grande será la afinidad y más firme el amor.
Fíjate en esto y podrás verlo con tus ojos. Lo corrobora el dicho del Profeta de Dios: (¡Dios lo bendiga y salve!): “Las almas son como ejércitos puestos en filas, donde los que se reconocen se hacen amigos y los que se desconocen se separan.” Lo confirman asimismo estas palabras de un tradicionista referentes a un hombre piadoso: “Las almas de los creyentes se reconocen unas a otras”.
Y por esta misma razón no se entristeció Hipócrates cuando le dijeron que un hombre vulgar lo amaba. “No me amaría, dijo, si no me asemejara a él en alguna de sus cualidades”. Refiere Platón que un cierto rey lo encarceló sin motivo, y que él alegó en su propio favor tantas pruebas, que puso en claro su inocencia y el rey comprendió que había sido injusto. Entonces el visir, que se había encargado de hacer llegar los descargos de Platón al rey, dijo a éste: “Ya estás convencido, oh! rey, de que es inocente. ¿Qué tienes ahora contra él?.”” Por vida mía, respondió el rey, que de nada puedo acusarle; pero, sin saber por qué, lo encuentro cargante.” Estas palabras le fueron llevadas a Platón, que prosigue así: “Por tanto tuve necesidad de buscar en mí y en mi carácter alguna cualidad que correspondiera a otra que hubiera en el ánimo y en el carácter reales, y en que uno y otro nos pareciéramos. Observando el carácter del rey, vi que amaba la equidad y aborrecía la injusticia. Entonces puse de relieve esta cualidad dentro de mi, y apenas nació esta afinidad y correspondí a su alma con esta prende que había asimismo dentro de la mía, dio orden de que me dejaran libre y dijo a su visir que ya se habían desvanecido en su interior los sentimientos que en contra mía abrigaba.”
Tocante al hecho de que nazca el amor, en la mayoría de los casos, por la forma bella, es evidente que, siendo el alma bella, suspira por todo lo hermoso y siente inclinación por las perfectas imágenes. En cuanto ve una de ellas, allí se queda fija. Si luego distingue tras esa imagen alguna cosa que le sea afín, se une con ella y nace el verdadero amor; pero si no distingue tras esa imagen a nada afín a sí, su afección no pasa de la forma y se queda en apetito carnal. En todo caso, las formas son un maravilloso medio de unión entre las partes separadas de las almas. En el libro primero de la Torá, he leído que, por los días en que el profeta Jacob (¡sobre él sea la bendición!) apacentaba el ganado de su tío materno Labán, para ganar la dote que había de darle por su hija, convinieron entre ambos, para repartirse las crías del rebaño, que todas las ovejas oscuras serían de Jacob y las manchadas de Labán. Entonces Jacob (¡sobre él sea la bendición!) cortó varas de árbol y, descortezando la mitad y dejando la otra mitad en su ser, las arrojó luego todas en el agua donde abrevaba el rebaño, con lo cual, luego que envió a beber a las ovejas preñadas, todas parieron crías cuyo número se dividía en dos mitades iguales, una oscura y la otra manchada.
Se cuenta asimismo de un fisiognomista experto que le trajeron un niño negro nacido de dos padres blancos. Después de haber examinado todos sus rasgos, comprobó que era de ambos, sin duda alguna, y entonces pidió que le llevaran al sitio en que había cohabitado los padres. Al entrar en la habitación en que estaba el lecho, vio la imagen de un negro en la parte del muro donde recaía la mirada de la mujer. “Por culpa de esta imagen, dijo al padre, has tenido este hijo”. Ha sido esta idea muy traída y llevada por los poetas afiliados a la escolástica en muchos poemas en que se dirigen a lo exterior visible como si fuese lo interior inteligible. La hallamos repetidísima en las composiciones de al-Nazzam Ibrahim ibn Sayyar y de otros escolásticos, y yo mismo he dicho en verso sobre el asunto:
No hay otra causa, ¿lo sabes?, de la victoria sobre los enemigos, ni otro motivo de que huyamos, si nos hacen huir, que la tendencia de las almas de los hombres todos hacia ti, ¡oh perla escondida entre las gentes! Aquellos que te siguen no se perderán jamás, pues avanzan todos, como viajeros nocturnos, hacia tu excelsa luz, y aquellos que te preceden sienten que sus almas les hacen torcer el rumbo hacia ti dócilmente , y todos vuelven sobre sus pasos.
Un amigo mío llamaba “la percepción fantástica” a una qasida mía, de la que son estos versos. En él verás subsistentes todos los opuestos. Y así ¿cómo podrás definir los conceptos contradictorios? ¡Oh cuerpo desprovisto de dimensiones!¡Oh accidente perdurable y que no cesa!Derribaste para nosotros los fundamentos de la teología, Que, desde que apareciste, ha dejado de ser clara.
Y lo mismo cabalmente que con el amor sucede con el odio, pues verás que dos personas se aborrecen sin razón y sin causa, y no se pueden soportar una a otra sin motivo alguno. En suma, Dios te honre, es el amor una dolencia rebelde, cuya medicina está en sí misma, si sabemos tratarla; pero es una dolencia deliciosa y un mal apetecible, al extremo de que quien se ve libre de él reniega de su salud y el que lo padece no quiere sanar. Torna bello a ojos del hombre aquello que antes aborrecía, y le allana lo que antes le parecía difícil, hasta el punto de trastornar el carácter innato y la naturaleza congénita, como, si Dios quiere, quedará brevemente declarado en sus capítulos respectivos. Yo conocía un mancebo entre mis relaciones que se metió en los malos pasos del amor y cayó en sus redes, a quién martirizaba la pasión y derretía el sufrimiento; pero que, a pesar de ello, no quería suplicar a Dios Honrado y Poderoso que le librase de aquella malaventura, ni despegaba su lengua para orar, porque su único pío, no obstante el grande tormento y el desmesurado pesar, era unirse con el ser que amaba y poseerlo. ¿Qué te parece de uno que, estando enfermo, no quiere verse libre de su dolencia? Un dia, en que le hacía compañía, viéndolo tan cabizbajo, triste y taciturno, me dio pena, y le deseé, entre otras cosas: “¡Dios te consuele! “, pero observé al punto en su rostro muestras de aborrecimiento por lo que le dije. Sobre un caso parecido escribí en un largo poema:

¡Oh esperanza mía! Me deleito en el tormento que por ti sufro. Mientras viva, no me apartaré de ti. Si alguien me dice: “Ya te olvidarás de su amor”, No le contesto más que con la ene y la o.
Estas cualidades del amante son, sin embargo, opuestas a las que de sí propio me refirió Abu Muhammad Qasin ibn Muhammad al Qurasi, conocido por al Xabinisi, uno de los descendientes del imam Hixam ibn Abd al Rahman ibn Mu’awiya, el cual, según me dijo, nunca había amado a nadie, ni se había apesadumbrado porque un amigo íntimo se alejara de él, ni desde que nació, había rebasado los límites del compañerismo y de la amistad para entrar por las fronteras del amor y de la pasión.
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6 comentarios:

Anónimo dijo...

soy latina he vivido dos años con un marroquí y estando juntos, el se caso sin darme cuenta yo, yo lo amo con el alma y el corazón,su engaño me ase sentirme mal y su amistad me consuela aun así pido ah halla lo proteja y lo bendiga.en mi corazón siento un basio y una tristeza en el alma. ahora soy musulmana y pido ah halla me de fuerzas para soportar este dolor si pueden darme un consejo se los agrade seria de corazón código v,y

Anónimo dijo...

Hermana envieme su email, quiza as compartiendo historias sonriamos un poco de la vida. Barakalaufik.

Anónimo dijo...

Claro ke te podemos ayudar hermana:) , yo tambien soy marroqui y porsupuesto soy musulman , poss tu tienes ke darle muchas gracias al chico marroqui , ke te hizo enamorar de el , te dio cariño y sobre todo te dio OTRA VIDA que es : EL ISSLAM . busca este
o en el facebook y alli te ayudaremos : Esta es mi religion esta es mi vida.
hasta luego , Salamo alikom.

Anónimo dijo...

salam!! Latina, he leido tu comentario...yo tambien soy latina,estoy casada como un marroqui....lamento mucho tu experiencia..Inshallah encuentres otra persona mas sincera y predipuesta a entregarte su amor y su vida a ti..y al marroqui que te escribio despues, no le hagas caso... a quien tienes que agradecer es Allah...por haberte sacado de tu vida a ese marroqui mal hombre!

Anónimo dijo...

Amiga,independientemente de si eres cristiana o musulmanan te digo: el unico amor hombre-mujer que vale la pena vivir y sufrir ES EL AMOR CORRESPONDIDO si se caso con otra, no eres su amor....y aunque duela.REEMPLAZALO..., pidele a Dios que te mande el hombre creyente y que te ame de verdad....aunque toma en cuenta que incluso Dios no encuentra hombres de amor y justos donde reposar su cabeza.....asi que toca esperar con mucha paciencia y en oracion....
Yo estoy divorciandome de mi marido musulman pues se enamoro de otra....y eso que tengo dos hijos con el....me duele, estuve un año ahogada en sufrimiento, pero sabes que, me volvere a casar.....paun no se con quien,......estoy caminando x fe......solo x fe......agradando a mi Dios cada dia, sabiendo que el premiara mi fe con un nuevo marido...

Pues llorar y sufrir solo si ofendo a mi Dios, y por un amor correspondido, no sufras mas, para de sufrir, no tienes hijos, te sera mil veces mas facil rehacer tu vida, hazlo....no llores mas x el, si se fue, no eras su alma gemela, espera en Dios, ora, y Dios te enviara a tu verdadero esposo amante y fiel....amen

Anónimo dijo...

hermana antes de nada ay k saber diferenciar las cosas un marroki y un musulman son cosas diferentes marroki es una nacinalidad cm x ejempo la brasileña, peruana o española y en dixos paises ay de todo como al igual k las razas arabe, negra, ect la religion no tiene nada k ver con esto, k el islam provenga de los arabes no significa k todos los arabes sean islamicos y k el resto no pueda serlo, el islam fue revelado x el profeta muhamad k la paz y la bendicion de allah sean cn el, que era de raza arabe revelo el islam a nivel universal es decir para todo el mundo no solo para los arabes , el musulman no nace se hace x su propìa voluntad puedes nacer en una familia musulmanas sii, pero para ser musulman depende de la fe k tenga uno y no de donde provengas el ser musulman es una palabra muy grande y probablemente ese hombre no estaba en lo correcto x k segun las eseñansas divinas un musulman no se comporta de esa manera un musulman no miente un musulman no engaña ni hace daño a nadie es cierto k se puede ekivocar x k el islam es perfecto el islamico no,pero te aseguro si alguno de ustedes conociese o tiene la suerte de conocer a un musulman de verdad k sigue la guia de allah y las enseñansas del profeta os aseguro k sentiriais un admiracion enorme y un profundo respeto x ese ser, desgraciadamente el diablo esta ganando la partida a muxos y les da una imagen del islam k no es cierta debido hipocritas k ensucian la imagen de islam hermana solo keda decir k el amor verdadero correspode a allah lo principal en nuestra leve existencia es adorar a allah antes ke nada es un error estar mal x un xico k te miente y te hiere cuando puedes estar plenamente sadisfexa entregando tu amor a allah k te brinda proteccion y bienestar cuando aprendas a amar a allah x ensima de todas las cosas el se encargara del resto y conoceras la verdara felicidad un cordial saludo si alguien esta interesado en debatir sobre Din sea bien venido dejo mi telefono x k carezco de red social 669336405