Muchas veces se nos presentan los profetas en su aspecto más solemne, grave. Si alguno de ellos —o todos ellos— tuvieron un talante jocoso, no se ha querido transmitir para no poner en duda su dimensión de mensajero. A los musulmanes nos ha llegado todo de Muhammad, su forma de dormir, de orinar o su forma de bromear. Porque para nosotros Muhammad es un hombre.
Los mismos compañeros del Profeta se extrañaban de su sentido del humor. Abû Huráira contó que los Sahâba se sorprendían porque Rasûlullâh (s.a.s.) gastaba bromas. Le preguntaron sobre ello, y él respondió: "Sí, pero ni bromeando digo mentiras".
Durante un viaje, un hombre le pidió a Rasûlullâh (s.a.s.) que le facilitara un camello, y él le dijo: "Te dejaré una cría de camella", y el hombre le dijo: "¿Y qué voy a hacer con la cría de una camella?". Entonces, Rasûlullâh (s.a.s.) le respondió: "¿No son los camellos crías de las camellas?".
Una mujer llamada Umm Áiman le dijo a Rasûlullâh (s.a.s.) que su marido quería verle, y él le preguntó: "¿Quién es tu marido? ¿El que tiene algo blanco en un ojo?".Y ella, sorprendida, la respondió: "No, no tiene cataratas". Entonces, Rasûlullâh (s.a.s.) le dijo: "No hay nadie que no tenga algo blanco en los ojos".
Muhammad y su primo Ali comían dátiles, pero éste —con gesto automático—, en lugar de depositar los huesos en su propio plato los ponía en el del Profeta. En cierto momento, Ali bromeó y le dijo al Profeta que se había comido una barbaridad de dátiles. Muhammad le contestó: "¡Por lo menos no me como los huesos como tú!".
Había un hombre del desierto que sentía un gran afecto por Rasûlullâh (s.a.s.) y siempre que podía le enviaba algún obsequio. También Rasûlullâh (s.a.s.) lo amaba. Un día que estaba en el mercado vendiendo sus productos, se le acercó Rasûlullâh (s.a.s.) por detrás y lo abrazó sin que él pudiera verlo y dijo: "¿Quién quiere comprar este esclavo?". Cuando el hombre se zafó y pudo volverse y vio que era Rasûlullâh (s.a.s.), le dijo: "¿Crees que soy de poco valor?", refiriéndose a que como era feo sería difícil de vender, y Rasûlulâh (s.a.s.) le respondió: "Para Allah eres muy caro".Al llamarle esclavo se refería a que era un siervo de Allah muy apreciado.
Una anciana se acercó a Rasûlullâh (s.a.s.) y le pidió que invocara en su favor pidiendo a Allah que la hiciera entrar en el Jardín. Entonces, Rasûlullâh (s.a.s.) le dijo: "Las ancianas no entran en el Jardín". Entonces ella se alejó llorando, y Rasûlullâh (s.a.s.) inmediatamente envió a alguien para que le explicara que no entraría en el Jardín como anciana sino como adolescente, pues en el Corán se dice:"Les volvemos a dar forma de adolescentes".
Ánas contó que Rasûlullâh (s.a.s.) le llamaba "el de las orejas". Cuando le preguntó que por qué lo hacía, ya que no las tenía grandes, él le respondió: "Todo el mundo tiene orejas".
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