Una de las características del verdadero musulmán es que sabe guardar los secretos y no dice nada de lo que se le ha confiado. Guardar los secretos es una señal de caballerosidad, y de fuerza de carácter. Ésta era la actitud de los mejores hombres y mujeres del Islam, aquellos que fueron guiados por sus enseñanzas. Ésta era una de sus mejores y prominentes características.
La actitud de Abû Bakr y ‘Uzmân hacia ‘Umar cuando él les ofreció casarse con su hija después de que ella quedara viuda, ocultando ambos el secreto del Profeta (B y P), brinda una evidencia clara de la importancia que tenía para estos ilustres Saĥâbah la virtud de guardar los secretos.
El Imâm Al Bujâri relató de ‘Abdullah Ibn ‘Umar que ‘Umar dijo (luego de que su hija, Ĥafsah quedase viuda): Me encontré con ‘Uzmân Ibn ‘Affân (R) y le ofrecí la mano de Ĥafsah. Le dije: Si lo deseas te puedes casar con Ĥafsah. Me respondió: Lo voy a pensar. Luego de unos días me dijo: Yo no deseo casarme por el momento. Luego me encontré con Abû Bakr As Siddîq (R) y le dije: Si lo deseas te puedes casar con Ĥafsah. Abû Bakr permaneció callado y no me respondió, y me disgusté más con él que con ‘Uzmân. Al pasar unos días el Profeta (B y P) pidió su mano, y se casó con ella. Abû Bakr me encontró y me dijo: Quizás te enfadaste conmigo cuando me ofreciste a tu hija Ĥafsah en matrimonio y no te contesté. Yo le dije: Si. Y él me dijo: Me impidió contestarte el hecho de que sabía que el Profeta (B y P) la había mencionado, y yo no quería revelar el secreto del Mensajero de Allah (B y P). Si él no se hubiese casado con ella, yo lo hubiera hecho.
La virtud de guardar los secretos fue una de las características de los hombres, mujeres y niños de los Salaf cuyos corazones estaban llenos de la guía del Islam. Vemos esto en el relato que registró el Imâm Muslim en su Saĥîĥ de Anas (R):
El Mensajero de Allah (B y P) se acercó a mí mientras estaba jugando con otros niños. Él nos saludó, luego me pidió un recado. Llegué un poco tarde a la casa de mi madre, y ella me preguntó el motivo de mi demora. Yo le dije: El Mensajero de Allah (B y P) me pidió un recado. Ella me preguntó: ¿Qué recado? Y yo le dije que era un secreto. Ella me dijo: Entonces no le cuentes a nadie el secreto del Mensajero de Allah (B y P). Anas dijo: Por Allah que si yo se lo hubiera dicho a alguien te lo habría dicho a ti ¡Oh, Zâbit![1]
Umm Anas notó que su hijo fue perspicaz en guardar el secreto que le había confiado el Profeta (B y P), entonces ella reforzó esta actitud diciéndole que no divulgase ese secreto a nadie. Por eso Anas no se lo dijo a nadie, ni al distinguido Saĥâbi Zâbit Ibn Qais, que era el portavoz del Profeta (B y P), y uno de los que se les había albriciado su ingreso al Paraíso. Ella no permitió que su curiosidad haga que su hijito le comente el secreto que estaba guardando. Esto es una verdadera actitud islámica (Tarbiah), y éste es el sublime nivel que deben alcanzar por igual los hombres, las mujeres y los niños.
Divulgar los secretos es uno de los peores hábitos que un hombre puede tener, porque no todo lo que es conocido debe ser comentado en esta vida. Hay ciertas cuestiones que requieren discreción, dignidad y honor, temas que deben permanecer confidenciales, especialmente cuando involucran asuntos de la vida conyugal. Ninguna persona sana divulga estas cosas, sólo lo hace quien tiene alguna dosis de locura, o quién es algo inestable, malvado, e insensato. Por consiguiente aquellos que hablan demasiado sobre estos temas están incluidos entre aquellos que son malvados, de hecho son las peores personas ante Allah, como el Profeta (B y P) explicó:
"Entre las peores personas ante Allah el Día del Juicio se encuentre el hombre que intima con su esposa y luego divulga sus secretos".[2]
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[1] Transmitido por Muslim. También hay una versión similar en Saĥîĥ Al Bujâri. Zâbit es el eminente Saĥâbi que relató este Ĥadîz de Anas
[2] Transmitido por Muslim
Fuente: Mohamad Isa García
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